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La historia de nuestro tiempo tiene que dar cuen– ta a Dios de algunos pecados atroces, como son ... -que se tiren millones en bodas y fiestas de 1a "al– ta sociedad" con gastos fabulosos que hieren la sensibilidad de una persona medianamente res– ponsable, -de gastos cuantiosísimos en los sitios de diver– sión sobre todo nocturna, de dudosísima reputa– ción, -de "cenas de sociedad", donde con los "extras" sube la consumición a cifras elevadísimas, -de capítulos especiales, "inconfesables", que no se pueden nombrar entre gente bien nacida, -que los animales tengan una mesa suculenta, de escándalo mientras la gente se muere de hambre. Una sociedad que no pierda el sueño ante estas diferencias irritantes, una de dos, o ha perdido peligro– samente su conciencia del bien y del mal o está al bor– de de la locura. Y lo grave del caso es que todos so– mos responsables, es decir, todos somos "culpables" de este estado de cosas. Urge por tanto, una toma de conciencia de nuestras responsabilidades a nivel per– sonal y colectivo. Lo que equivale a decir que es un deber de la humanidad solidarizarse ante el problema y poner en marcha todos los resortes posibles para re– mediarlo. ¿Cuáles son estos resortes "posibles"? En opinión autorizada de los técnicos bastaría res– tar sumas relativamente insignificantes en la escalada de construcción de armas nucleares para solucionar de raíz el problema. Pero lo cierto es que la "carrera 83
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