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hombre es cuerpo y alma, materia y espíritu, bio!ogía y racionalidad. La sociedad tiene sobre sus espaldas el deber de crear las condiciones favorables para que el hombre se realice con plenitud, integralmente, de un modo realista. Y hay que empezar por lo primero, que es "vivir". Con el estómago vacío lo más que se puede es "malvivir". Y ahí aparece en toda su crudeza -en toda su vergüenza en nuestro siglo- el problema del hambre. Las imágenes son trágicas y las estadísticas abruma– doras: -hay en el mundo millones de personas desnutridas por falta de alimentos, -"todavía" hay niños que se mueren de hambre en cifras astronómicas, -hay familias que nunca han saciado el hambre, -hay infinidad de niños enfermos porque no tienen qué llevarse a la boca, -la miseria produce innumerables taras, desde la enfermedad física crónica hasta enfermedades mentales de todo tipo, -la miseria extrema desemboca fácilmente en el suicidio. Esta situación real resulta irritante porque es "cul– pable". No se trata de una carestía absoluta de recur– sos a nivel mundial, sino de la injusta repartición de los bienes del mundo que deberían disfrutar todos por el mero hecho de ser humanos. Dios ha creado los bie– nes del mundo para todos. ¿Cómo se explica entonces una desigualdad tan irritante que va desde la abundan– cia y el despilfarro descarado hasta la miseria extrema que termina en la muerte? 82

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