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se realiza -en frase del Papa- de un modo ar– tificial, -los anticonceptivos son "naturalmente" inhones– tos, -la supresión de comensales en el banquete de la vida, "planificada" científicamente, en una consi– deración materialista, a ras de tierra, es un peca– do de lesa humanidad, -el aborto es un crimen "intolerable", -el aborto "planificado a nivel estatal" es un cri- men social. "Sentir con los débiles, con los necesitados y con los indefensos" es una actitud netamente evangélica y humana. Y ¿quién más débil, más necesitado y más indefenso que el niño? Aun en el caso en que peligre la vida de la madre en un embarazo o en un parto di– fícil, la doctrina es enérgica y valiente por pura lógica: "no es lícito jamás ir "directamente" contra la vida del niño". Estamos en una situación límite de heroís– mo. Pero el Evangelio nos habla con frecuencia -y nos lo exige a veces- de dar la vida en aras de la fi– delidad. La vida es un derecho divino. Cuando se margina o se descarta a Dios nada de extraño que se degene– re en las aberraciones más inconcebibles. Sin Dios son perfectamente concebibles las prácticas más monstruosas: 80 -la "eutanasia". (Para qué permitir que sufra un -enfermo desahuciado si resulta tan fácil "dormir- lo" sin dolor para siempre?) -el aborto "científico". (¿Por qué desequilibrar el presupuesto familiar o privarse de vivir la vida
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