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-terrorismo organizado para el que poner el dedo en el gatillo es de uso normal, con una alta cuota de vidas inocentes. Los explosivos mortíferos no respetan la convivencia ciudadana ni en las cafe– terías ni en las calles, -discusiones y peleas callejeras donde la navaja soluciona definitivamente las cuestiones, -la "Carnavalada", un número circense que se "apunta" todos los años un montón de víctimas, -las guerras "localizadas" que, a largo plazo, con– tabilizan un número tremendo de muertos. Ante este panorama trágico, el "experto en huma– nidad" tiene razones serias para dudar de la eficacia de cualquier ordenamiento jurídico de los derechos humanos. Porque el ordenamiento jurídico está ahí: lo que sucede es que no se cumple y, además, cuando entran por medio las pasiones humanas se encuentran siempre pretextos para "matar" impunemente. La vida humana es algo sagrado por una razón úl– tima: "viene de Dios" y "es de Dios". El hombre es un simple administrador de su propia vida y Dios puede pedir cuentas en cualquier momento. Las considera– ciones que broten de un nivel puramente material fal– sean de un modo innoble la realidad. Lo ha dicho de un modo enérgico el Papa en ei citado discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas: 78 "Porque, ante todo, se trata de la vida del hombre; y la vida del hombre es sagrada; na– die puede osar atentar contra ella. En vuestra asamblea, incluso en lo que concierne al pro– blema de la natalidad, es donde el respeto a fa vida debe encontrar su más alta profesión
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