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origen y el destino de la vida de cara al tiempo y más allá de las fronteras de la eternidad. Los derechos fun– damentales de la persona tales como el mismo dere– cho a la vida, la dignidad personal, la libertad, etc., ad– quieren su dimensión más alta desde Dios, autor de la vida, que creó al hombre "a su imagen y semejanza". Cuando se marginan o se descartan los Derechos divinos nada de extraño que irrumpan desaforada– mente en la convivencia la arbitrariedad, la ley de la fuerza bruta, la coacción despótica y la atrocidad del crimen. Es lógico y, por desgracia, de una periodici– dad monstruosa. 1. El derecho a la vida Es un derecho fundamental de la persona y figura al principio de todo sistema, código o constitución. Al derecho inviolable a la vida responde el deber corre– lativo de respetarla y protegerla. Pero ¿qué pasa de hecho? Por encima de las pa– labras y declaraciones solemnes, nos encontramos con una realidad trágica que desmiente las teorías. En ri– gor, !a vida humana --en una consideración puramen– te horizontal- está expuesta a interpretaciones arbi– trarias que la dejan indefensa. La muerte violenta ace– cha en cada esquina y esto denuncia que algo va mal configurado en la sociedad. Veamos. Están proliferando mundo adelante las formas más repugnantes y deshumanizadas del crimen: -atracos a mano armada a bancos, establecimien· tos, joyerías, industrias, etc., en los que la muer– te cobra frecuentemente su brutal tributo, -secuestros aéreos, con rehenes y muertos, 77

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