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verello que impresionan la sensibilidad del hombre contemporáneo. Lo que no logran las películas es cap– tar el alma, la actitud creadora, la "identidad" defini– tiva del Santo de Asís. Y si queremos explicar el "fenómeno" Francisco en toda su originalidad hay que prescindir de la fanta– sía para actuar con plenas garantías de realismo. La verdad es que las líneas directrices de su pensamiento son de una sencillez abrumadora. Dando un paso más, habría que afirmar con los textos en la mano -aún con el riesgo de provocar desencanto e incluso decep– ción- que sus ideas sobre la Iglesia, las relaciones autoridad-obediencia, el trato con el mundo, la libertad y la conciencia son de un notable "conservadurismo". Una enumeración breve de su postura ante estos temas nos evitará laboriosos argumentos. -La lealtad a la Iglesia tiene que traducirse -y es un mandato expreso del santo- en una actitud ra– dical de "obediencia y reverencia al Papa y a sus sucesores". Esta toma de posición es decisiva en su contexto histórico. Podría decirse que la nota común de los movimientos "reformistas" de entonces era la ani– madversión y, con frecuencia, hasta la agresividad contra la Iglesia constitucional. No eran "contes– tatarios" improvisados: ponían en tela de juicio las bases mismas de la Iglesia a la que considera– ban impura, desedificante y pecadora. Denuncia– ban no sólo las deficiencias de los eclesiásticos sino también la "desviación" básica de la misma Iglesia, lo que acababa casi siempre con una esci– sión. La renovación franciscana se basa en una fideli- 67
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