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es una cuestión de fidelidad y de honradez de principios. Y puestos a salvo los principios, todo lo que sea mayor flexibilidad, descentralización, participación desde la base, colaboración leal, apertura y fraterni– dad, pues miel sobre hojuelas. La búsqueda de la voluntad de Dios no puede convertirse en una prórroga o en un pretexto para no cumplirla, sino en un deliberado esfuerzo común para acertar y luego cumplir con honradez todo lo que Dios quiere. No se trata, como puede advertirse a simple vis– ta, de una visión estática de la obediencia ni de la au– toridad. Autoridad y obediencia son dos funciones al servicio de una comunidad llena de vitalidad y de vir– tualidades. El superior orienta, coordina, estimula, ani– ma y modera organizando para la acción todas las fuerzas de que dispone. Y para ello tiene que conocer personalmente a cada hermano para situarlo allí don– de este puede realizarse mejor al servicio del bien co– mún. El superior debe conocer las posibilidades de ca– da hermano en orden a las tareas concretas que d.eben realizarse y saber quién está mejor "de forma" en ca– da momento. Esto supone una actitud permanente de contacto con el mundo para saber hacia dónde cami– na -estructuras, modos de pensar y de sentir, "sig– nos de los tiempos"- y una presencia habitual entre los hermanos para animarlos y responsabilizarlos en cada caso. Desde esta perspectiva aparece en toda su ·com– plejidad el problema autoridad-obediencia. Porque si el oficio de superior es arriesgado por las responsabi- 64

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