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-la autoridad suprema en la Iglesia es, por volun– tad expresa de Cristo, el Papa. La autoridad le vie– ne de Dios, no de un consensus popular o de un sufragio parlamentario. -El Papa es "infalible" cuando dice su última pala– bra como Pastor supremo en cuestiones de fe y costumbres. Esto equivale a decir que puede vin– cular la conciencia de los creyentes de un modo definitivo. Y que, en un hipotético conflicto de con– ciencia entre las atribuciones de la autoridad "in– falible" y los propios sentimientos y convicciones, la presunción está siempre por la autoridad. Ha– blando en plata, que una ruptura con la autoridad infalible ~con las condiciones ya clásicas, que no admiten cambio substancial- supondría una ruptura con la institución eclesial. -Es prudente que el Papa consulte cuando se tra– ta de tomar decisiones que afectan a toda la Igle– sia, como es costumbre que lo haga en estos úl– timos tiempos. Pero esta consulta no es vinculan– te y quien tiene que decidir en última instancia es el Papa que carga con la responsabilidad de "con– firmar en la fe a sus hermanos". -Puestos en una situación límite en que, hipotética– mente, la mayoría de técnicos y especialistas con– sultados pensara de un modo distinto al Papa, és– te podría dar una solución personal vinculante en conciencia, en un sentido divergente y aún opues– to a la mayoría. Y esto lo ha hecho recientemen– te, corriendo el riesgo de impopularidad, al pro– mulgar la "Humanae vitae". No es una definición de fe, desde luego. Lo que no cabe duda es que 63

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