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.comprens1on, de tolerancia y de buena voluntad. De otro modo, al faltar los cauces legítimos de · disensión, de crítica y de contrastación de pare– ceres, la crítica se hace clandestina y corrosiva, la diversidad de opiniones se convierte en "con– testación" y la interpelación noble en denuncia exasperada. Con esto se hace difícil la colabora– ción y se dispersan las fuerzas que deberían unirse para una actividad más eficaz. 8. La obediencia dialogada no puede prescindir en definitiva de la verdadera naturaleza de la auto– ridad que mantiene toda su vigencia. Y es la au– toridad quien decide en última instancia como tal autoridad, no sólo como portavoz de la mayo– ría, ya que en determinados casos una opinión mayoritaria no decide la verdad o la convenien– cia. Y en casos de conflicto entre súbdito y supe– rior, la penúltima palabra puede decirla el súb– dito -exponer razones, iluminar desde su óptica los acontecimientos, insinuar pistas de solución, etc.-, pero la última palabra debe decirla siem– pre e! superior. 9. Y para que las decisiones últimas no sean dicta– das por la imposición frívola, por el abuso de au– toridad o por arbitrariedad, el superior no debe olvidar jamás que su misión fundamental es "ser– vir". La autoridad es una función de servicio cor– tés, desinteresado y fraterno. Los súbditos deben considerar su obediencia co– rno un servicio fraterno para la buena marcha de la sociedad. La democratización de las estructuras abre los 61

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