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gantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas". (G.S. expos. prelim., 4) La primera realidad que se impone al hombre con– temporáneo es que nos encontramos en una época de "cambios profundos". El hombre pluraTista es un hom– bre abierto a los cambios, dispuesto a renovarse no sólo porque en esta renovación se juega su supervi– vencia como ciudadano, sino porque así lo exige su fi– delidad a la Iglesia y su razón de ser como cristiano hoy. Los cambios son tan profundos cuantitativa y cua– litativamente que bien podemos hablar de una tierra "nueva", un orden "nuevo", un mundo "nuevo". El Concilio afirma que "se puede hablar ya de una verda– dera metamorfosis social y cultural, que redunda tam– bién en la vida religiosa". Los cambios, además de profundos, son tan rápidos que han cogido por sorpre– sa al hombre contemporáneo. ¿Cómo se compaginan en una situación tan compleja los valores permanentes con los nuevos descubrimientos? Se trata por tanto de "compaginar con exactitud" los nuevos descubrimientos de todo orden con los va– lores permanentes. Y esto supone una búsqueda, una pregunta angustiada y esperanzada a la vez sobre los valores y "desvalores" de los cambios que afectan, de hecho, a toda la humanidad. No se pueden escamo– tear los cambios o minimizar su alcance ya que trans– forman las condiciones de la vida misma como resul– tado de un cambio global más amplio. Han cambiado los métodos de investigación, los procedimientos cien- 40

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