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que radican en la fe y en el amor, puestos en marcha en la vida práctica las que la Iglesia dispensa. Una di· cotomía que separara lo material y lo espiritual en el hombre sería falsa y desintegrante. De modo que el cristiano puede equivocarse por dos caminos: 1. Por esquivar las tareas temporales: "Se equivocan los cristianos que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues busca– mos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la pro– pia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación de cada uno". 2. Por entregarse excesivamente a las tareas tem– porales: "Pero no es menos grave el error de quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse total– mente a los asuntos temporales, como si estos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa, pensan– do que esta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obli• gaciones morales". La separación de religión y vida, o, como dice el Concilio, "el divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época". Por eso, el fallo en el cumplimiento de los debe– res temporales no afecta sólo a sus deberes con el prójimo; es una falta a sus obligaciones para con Dios. El secreto consiste en saber armonizar en una síntesis 37

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