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-Revelación o Tradición? -¿Iglesia institucional o Iglesia carismática? -¿Acción o contemplación? -¿Iglesia o mundo? -¿Viejos o jóvenes? -¿Progresistas o integristas? -¿Cuerpos o almas? Como son puntos que han inspirado una extensa literatura, hay que contestar a estas cuestiones "per modum unius", cambiando la o por una y copulativa ya que nos quedamos con la Transcendencia y con la Encarnación, con la Revelación y con la Tradición, con los viejos y con los jóvenes. Y así en lo demás. Para dar relieve a una idea no hay por qué empe– queñecer a las demás. A no ser que sigamos la teoría del enano que pretendía la nivelación a base de cor– tes. Y de esto nos dan un ejemplo espléndido los gran– des teólogos clásicos al hablar de "primacías": el vo– luntarismo" no hace de menos a la inteligencia, ni el "intelectualismo" prescinde de la voluntad. Quien re– cala en los valores de la Iglesia institucional puede sentir al mismo tiempo un gran respeto a los carismá– ticos y viceversa. No hay razón ninguna para forzar una oposición que no tiene por qué existir. Los cambios son necesarios y urgentes, no sólo desde una visión dinámica de la historia y del progre– so sino por la naturaleza misma del mensaje evangé– lico. Y la renovación se impone desde la lógica de am– bas mentalidades: desde el "progreso" que es un pro– ceso irreversible hacia nuevas formas y desde las es– tructuras, tan veneradas por los conservadores. Las "sanas tradiciones" se han ido imponiendo a través de 30

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