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los colores. Hay una diversidad que puede convertirse en verdadera incompatibilidad. Y como nadie escucha porque no se lleva el diálogo, la disensión acaba sien– do "ruptura". Se habla mucho, pero las palabras se convierten en monólogos, en denuncia, en crítica de– moledora. Y no se llega a ninguna conclusión enrique– cedora porque los interlocutores se encuentran perfec– tamente instalados en sus posiciones defensivas y no quieren ceder un palmo de terreno. Por fin cabría enumerar su aislamiento, su replie– gue y su indiferencia mutua, si no fuera frecuente su notoria animadversión. Se podría decir, si cupiera el sentido de! humor ante hecho tan triste, aquello del pasaje evangélico entre judíos y samaritanos: ( "porque es de saber que progresistas e integristas no se tra– tan ... "). Otro punto que se presta a sabrosa reflexión son las "coaliciones" de los extremistas. Personas de acu– sadas divergencias de temperamento y de ideología que, usando el expresivo lenguaje popular, "nunca pu– dieron verse" se hacen grandes amigos cuando se tra– ta de enfrentarse al enemigo común. Pilato y Herodes -dos ejemplares de excepción- se hicieron grandes amigos para condenar a Cristo. De verdad, la historia es magistra vitae. 23

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