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Las reuniones dentro del propio grupo -a nivel case– ro- transcurren con la mayor armonía, casi siempre porque hacen "causa común contra algo". Esto no obs– tante, los resultados son ínfimos por falta de realismo y de apertura. Y aquí anotamos otro fenómeno curioso al que han dado relieve las revistas de humor: progre– sistas e integristas propugnan la apertura para los de su grupo, mientras que los más audaces de ambos sectores se cierran en banda cuando se trata de hacer concesiones a los oponentes. Progresistas e integristas son "particularistas": se quedan con partículas y retazos, con lo que práctica– mente renuncian al universalismo, a la panorámica, a la totalidad. Acentúan tanto sus ideas particulares que quedan oscurecidas otras, quizá tanto o más importan– tes. Este parcialismo se nota nada más escuchar el "estribillo" de su música. Pongamos como botones de muestra los Evangelios y el Concilio. Y es que estos venerables documentos contienen afirmaciones "com– plementarias" que, aisladas del contexto y del texto íntegro, se prestan a especiales deformaciones. El que intentara darnos un evangelio "aterrador" podría esco– ger en un momento un grupo de textos terroríficos, pe– ro eso no es el Evangelio de Cristo. Quien intentara ofrecemos un Evangelio "de manga ancha", encontra– ría a mano infinidad de afirmaciones al caso, pero tam– poco ese sería el Evangelio de Cristo. El Evangelio es el todo: la misericordia infinita pero con la justicia in– finita. Ambas mentalidades son "desintegradoras". La desunión, ese grave peligro que han detectado propios y extraños en la Iglesia a nivel mundial tiene como principales responsables a los extremistas de todos 22

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