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recerá en una revista española, a dos columnas, la opinión de un progresista y de un integrista, si no es usando el derecho de réplica? Los más abiertos suelen hacer esto en las cartas de los lectores, pero sólo has– ta cierto punto, ya que luego viene la criba de la inter– pretación "oficial" de la revista, llevándose el agua a su molino. Progresistas e integristas coinciden en otro fallo grave: son mentalidades "polémicas". La polémica su– pone casi siempre un enfrentamiento, un antagonismo beligerante, una toma radicalizada de "posturas". Y lo que se exige hoy es la exposición nítida del mensaje, la revisión de vida, el compromiso nacido de la crítica constructiva y del diálogo, del contraste sereno de pa– receres, de la búsqueda conjunta de la verdad. Cuando las posturas mentales "se radicalizan", de la polémica a la agresividad no hay más que un paso. Y este paso se da casi sin querer porque en un clima de exacerbación y de apasionamiento no puede haber la requerida serenidad para ser justos. Hay que confe– sar, con pena, que con frecuencia lo que debió ser animado diálogo enriquecedor, terminó en lamentable enfrentamiento. La crítica objetiva, serena y responsa– ble es totalmente necesaria para ver cómo marchan las cosas y cómo deberían marchar. Hay que ir al fon– do de los problemas sin contemplaciones, para solu– cionarlos y además de modo urgente en muchas oca– siones. Perder el tiempo en vanas polémicas o enclaus– trarse en extremismos de grupo no conduce más que al aislamiento y a la ineficacia. Ambas mentalidades son "partidistas", es decir, parciales e incompletas. "Mutilan" partes importantes de la verdad y de la realidad al considerar los hechos. 21
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