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tivas que Dios dejó a la libre discusión de los hom– bres- la postura más inteligente y humana es la refle· jada en los versos de Antonio Machado: "Es el mejor de !os buenos quien sabe que en esta vida todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos" ... El secreto está en dar con la justa medida, con el sereno equilibrio, con la serena ponderación, con la madurez, en una palabra. Los extremismos de todo co– lor pecan por exceso o por defecto, jugando en la cuer– da floja de la timidez o de la arrogancia, de la cobar– día o de la temeridad, de la indecisión o del aloca– miento. Pierden el ritmo del compás por prisa o por lentitud, cuando la vida hay que caminarla sin prisa y sin descanso, como quería Goethe. El progresista es un radicalizado por exceso. El integrista es un radicalizado por defecto. El "radica– lismo" es su pecado original común. Las ideas-fuer– za son buenas en principio en ambos sistemas o, me– jor, en ambas mentalidades. Pero les falta el "punto de sazón": o están excesivamente verdes -y dan dente– ra- o están ya pasadas y entonces no saben a nada. Ambas mentalidades están "acotadas", fenómeno este muy curioso pero constatable a simple. vista. Para escribir en un órgano de difusión, para dar una confe– rencia en el círculo, para "entrar" en su mundo hay que ir previamente etiquetados y "presentar la insig– nia". Este acotamiento es fatal para el pluralismo ya que todo lo que se dice, se piensa, se escribe, etc., dentro del grupo es de tal uniformidad que desembo– ca en la monotonía y en el aburrimiento. ¿Cuándo apa- 20

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