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vas, planificar con originalidad y audacia, esforzar– se por encontrar soluciones nuevas a los proble– mas nuevos, llegar sin temor a las situaciones lí– mite. Estos hombres de vanguardia tienen que adentrarse con frecuencia en campo enemigo, lo que lleva consigo "jugarse el tipo" en muchas ocasiones. Y, casi siempre, el riesgo de ser con– siderados como "peligrosos". Esto ha sucedido en el campo de la exégesis e investigación bíblicas, en la teología, en la moral y, sobre todo, en las nuevas experiencias de apostolado y de "encar– nación" en el pueblo: comunidades de base, mo– vimientos minoritarios de apostolado, sacerdotes obreros, etc. Nunca podré olvidar al gran escriturista, P. Co– lunga, cuando nos presentó en la Universidad de Salamanca la encíclica "Divino amante Spiritu" donde se consagraban teorías que él había ex– puesto y que habían sido calificadas a altos nive– les como "peligrosas" e, incluso, como heréticas. Para que la labor de los "vanguardistas" sea útil y renovadora se exigen varias condiciones de tipo in– telectual, moral y religioso. 1. Una visión verdaderamente crítica de las propias posibilidades, que conduce a no presentar como definitivas investigaciones y deducciones que no lo son. Los hombres egregios suelen ser modes– tos porque se encuentran a diario con sus limita– ciones y no se atreven a pronunciarse hasta ha– ber llegado al fondo de las cuestiones. En la historia del pensamiento cristiano esta vi– sión crítica cuenta con figuras ejemplares. Filó- 15
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