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-de sus amigos, con los que reparte el tiempo, comparte la mesa y acompaña hasta la muer– te. Las Parábolas del Evangelio nos presentan un Cristo al vivo y nos descubren un corazón lleno de des– velos, abierto a los problemas de los semejantes, com– prensivo con los pecadores, conocedor experto de lo que hay en el hombre de espíritu y de materia, de cuerpo y alma, de luminosidad y de tinieblas, de án– gel y bestia, de pureza y cieno, de ternura y de piedra, de verdad e hipocresía, de pecado y de gracia. Cristo es un gran "experto en humanidad". Es quien mejor conoce al hombre por dentro y -¿sin embargo? o ¿quizá por eso mismo?- es quien más lo ama. A través de los textos bíblicos, de la tradición pa– trística y de la espiritualidad más densa aflora persis– tentemente la idea de copiar los rasgos y la fisonomía de Cristo. No es una idea irreverente sino el ideal fer– vientemente acariciado por los cristianos. 158 San Pablo nos recuerda que Dios nos llamó para que fuéramos semejantes a la imagen de su Hijo. Las imágenes son atrevidas y enérgicas. Para llegar a "conformarse" a Cristo hay que "cautivar" el pensamiento al servicio de Cris– to, hay que "sentir" con Cristo y como Cristo. De este modo se llega a adquirir la "identi– dad" -de sensibilidad, pensamiento y vida– con Cristo: "Mihi vivere Christus". David se desahoga en la plegaria y en la confiden– cia pidiendo a Dios un corazón puro, que exi– ge algo así como una nueva "creación". En otra parte, se pide un cambio substancial de

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