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Esto crea situaciones confusas de disentimiento y de conflicto, insuficientemente estudiadas y sin solución por el momento. 3.ª Desvaloración de la vocación que se palpa en el ambiente y que está flotando -de un modo más o menos descarado- en charlas, coloquios, so– bremesas, con una peligrosa repercusión en la opinión popular. 4.ª Descrédito de la vocac,on cuando se vive a un nivel ramplón, mediocre y vulgar. Una plantilla de sacerdotes o religiosos "de misa y olla", egoístas, burgueses y "sesteantes" -de siesta larga- hace más daño que todos los anticlerica– lismos. La crisis vocacional tiene la extensión y la profun– didad de la crisis de fe, fenómeno nuevo en nuestro tiempo en sus enfoques, en sus contenidos y, lógica– mente, en sus consecuencias. En una consideración meramente horizontal de las cosas, la vocación sacer– dotal y religiosa son un contrasentido. La vocación só– lo se explica "desde" Dios y "con" Dios. Y es precisamente la perspectiva de la fe la que nos invita a la esperanza. La única por cierto en estos momentos desconcertantes de dispersión, confusionis– mo y decadencia. Mirando el problema con criterios humanos es fácil sumirse en el abatimiento y en el pesimismo: no hay vocaciones, aumentan los "aban– donos", quedan los puestos vacíos por falta de perso– nal para el relevo. Si nos fiamos de los "signos de los tiempos" todo hace suponer que el problema se va agravando progresiva pero fatalmente. No hay solucio– nes previsibles a corto, ni siquiera a largo plazo. El 146
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