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Otros interrogantes partían de una razón de ser, o sea, admitían o daban por supuesto en principio el hecho indiscutible de la vocación. Desde esta perspec– tiva, se indagaba y se opinaba sobre la "identidad" y cabían las opiniones más plurales que, de un modo o de otro, incidían en una justa valoración de la voca– ción. Defensores de la "transcendencia" y de la inma– nencia, acentuaban uno de estos aspectos, imponien– do una jerarquía, pero partiendo siempre de la existen– cia y de la grandeza de la vocación. La crisis o, sin eufemismos, la decadencia de las vocaciones tiene, sin duda, sus causas. Los técnicos y expertos enumeran varias: ~"desacralización" del mundo contemporáneo que relega a un segundo plano las realidades es– pirituales. Lo religioso queda ahogado por Ia cien– cia, la técnica y el progreso. Es un proceso de bio– logía social: en la proporción en que los pueblos progresan disminuyen las vocaciones sacerdota– les y religiosas. -emigración masiva del campo a la ciudad. Las vo– caciones procedían en un porcentaje elevadísimo de los medios rurales empobrecidos. Con la emi– gración, la cantera ha dejado de ser productiva. -elevación del nivel de vida, lo que lleva consigo una instalación en el bienestar y en la confortabi– lidad. Como es lógico, en este ambiente social se rehuye todo lo que significa renuncia y sacrificio. A estas causas -muy problemáticas y discuti- bles- hay que añadir otras más profundas para expli– car la universalidad y la gravedad del fenómeno. Cier– to que gran parte de las vocaciones eran de extracción humilde y, si se quiere, de medios rurales pobres; Sin 144
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