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La Iglesia no sólo no se opone a una participación activa más intensa del pueblo fiel, sino que la pide ex– presamente mediante la integración del laicado en la liturgia como monitor, como lector, como director del canto, etc. Y para nadie es un secreto la amplitud con que actúan en la iglesia los grupos más comprometi– dos de seglares. Los criterios, como se ve, son flexibles en la adap– tación a los tiempos modernos. La juventud puede ala– bar a Dios al compás de los instrumentos musicales de nuestro tiempo: guitarras, panderetas y tambores. Se celebra la Eucaristía en los "campings" y en los pisos particulares Lo que hace falta es no defraudar esta confian– za ni frenar con abusos una renovación de horizontes abiertos. 141
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