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LA ACTITUD CORRECTA la Iglesia ha demostrado sin dejar lugar a dudas sus deseos de que se lleve a cabo una verdadera re– novación: ha enseñado y recomendado nuevas expe– riencias, ha hecho numerosas consultas a los pasto– res y especialistas y ha dado un margen generoso y amplio a la iniciativa personal. Después de un lapso de tiempo razonable nos re– cuerda varias "leyes litúrgicas" de obligado cumpli– miento: -ha pasado ya el período prudencial de ensayos y experiencias, -deben desaparecer las diferencias notables en las celebraciones litúrgicas, -dentro de las diversidades accidentales se exige una norma de unidad en las palabras y en las ac– ciones litúrgicas, -se desautorizan y se prohíben todas las formas de anarquía y de libre iniciativa por el momento, pa– ra el futuro. lo lógico y lo sensato en esta hora es seguir los criterios y las directrices de la Iglesia que ha demos– trado insistentemente su apertura a la renovación. Y vamos a la cuestión de fondo. ¿Es convincente el cuadro de la reforma litúrgica? Examinada la cues– tión de un modo desapasionado, hay que afirmar que sí en líneas generales. Dentro del esquema aprobado, hay posibilidades extraordinarias para dar a la litur- 139
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