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nacional no se asegura "con !a buena voluntad", aunque en principio se presuma. La "Declara– ción de los derechos humanos" es una prueba manifiesta de que éstos no se cumplen suficien– temente con el solo voto de confianza a la huma– nidad. Otra cuestión es precisar los límites de la ley na– tural, problema todavía sin resolver fuera de al– gunos casos límites en que se da un "consenso" unánime. 3. La autonomía de la conciencia no puede ser, en modo alguno, absoluta, desde el momento en que el hombre no es el árbitro supremo del bien y del mal. En definitiva quien decide sobre el bien y el mal es Dios. La conciencia, rectamente formada, tiene que ajustarse a la ley natural, a las leyes positivas y, en buena doctrina católica, a las normas, enseñanzas y directrices del ma– gisterio. 4. De acuerdo en la denuncia de las arbitrariedades de un legalismo totalitario y de un juridicismo im– placable, ajeno a los problemas y al desenvolvi– miento dinámico de la vida misma. Pero la ley es un elemento imprescindible en el mundo mo– ral. No sólo la ley de Cristo, sino también las de la convivencia en la sociedad política. 5. El relativismo con todas sus consecuencias, de modo especial el "perspectivismo" y la "moral de situación" niega o minimiza valores funda– mentales de la moral cristiana, a los que la Igle– sia no puede renunciar por exigencias de fideli– dad al mensaje revelado. 122
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