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"signos de los tiempos", importado de la sociedad civil pluralista- ha posibilitado diversos enfoques y planteamientos de la teología, con lo que asis– timos a una floración incontenible de "perspecti– vas", de ensayos, de contraste de pareceres. La misma contestación es una forma legítima de di– sentimiento cuando se ejercita con lealtad y sana independencia como debe hacerse dentro de las normas del pluralismo. ¿Qué decir de todo esto? Ante todo, destacar la importancia que va ganan– do en ciertos sectores la tarea de la renovación. La búsqueda constante, el estudio serio y los esfuerzos a favor de la renovación teológica y moral son ya un va– lor innegable. Los progresos merecen un aplauso sin reticencias. La labor de los especialistas ha abierto caminos nuevos, algunas veces con innegable riesgo. Hemos destacado en estas páginas los valores po– sitivos. Vamos ahora a examinar los fallos y las desvia– ciones, como lo exige una crítica honesta y responsa- ble: No hay que olvidar el deber fundamental de obispos, teólogos y formadores de 116 "permanecer firmes en la fe, el de garantizar la continuidad y la pureza del mensaje a nos– otros confiado, el de transmitirlo en la ense– ñanza con coherencia, con fidelidad, con cla– ridad. Claridad, sobre todo; a fin de que el Pueblo de Dios sepa distinguir claramente ta verdad, la cual es luz y fuerza, de sus expre– siones nebulosas, que, según una moda que llamaremos gnóstica, y así es efectivamente,

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