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. der también nosotros a decir la · palabra que nos ha sido confiada". La renovación descarta. la presentación del men– saje con formas arcaicas, desprovistas de gracia y de expresividad, que se repiten por inercia. Son formas soporíferas y desencarnadas, debidas en gran parte a pereza mental y á falta de contacto con el pueblo. Una evangelización tan ramplona y desfasada no hace más que "desvitalizar" el mensaje. Por ello, nada de extraño que el mismo Pablo VI dé la voz de alerta: "Hay quien repite el depósito con sus mismas palabras, sin un esfuerzo pedagógico de len– guaje y de explicación, careciendo, por ello, de incidencia y de fuerza y haciendo que apa– rezca apagado el mensaje de la verdad". El teólogo debe estar en sintonía con los tiempos para conocer mediante un contacto personal rea– lista y afectivo a los destinatarios del mensaje. Lo ideal es que sea un "experto en humanidad", abierto a todas las corrientes para captar lo que hay de positivo y aprovechable en los signos de los tiempos. De este modo, irá en cada momento a los problemas álgidos de tipo religioso y huma– no para interpretarlos en una perspectiva de fe. De nuevo, la voz autorizada de Pablo VI: "Debemos ponernos en sintonía con /os tiem– pos, captar su lenguaje, interpretair su "ani– mus" piara poder transmitir la verdad inmuta– ble con la formulación adecuada para el .hom– bre de hoy, la formulación que espera y que comprende". 113

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