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plomáticas porque la información sobre hechos y per– sonas está en total desacuerdo con la verdad. Los tri– bunales tramitan incansablemente expedientes por ca– lumnia, difamación e injurias. En este capítulo entran los personajes más sinies– tros por su vileza y rapacidad de la tipología humana: son los "infra" de la desintegración y de la infamia, del resentimiento y de la envidia, de la delación y de la traición. Forman una lista repulsiva entre los cuales hay que enumerar por derecho propio a los calumnia– dores, a los difamadores, a los delatores, a los detrac– tores. Corre por sus venas el espíritu de Lucifer, "pa– dre de la mentira", la sangre viscosa de Judas, el trai– dor, la suciedad de los cobardes acusadores de Susa– na, la maquinación infame de Yago. Son raza de víboras, ponzoñosos reptiles, buitres que sacian su hambre en la carroña abandonada, ala– cranes venenosos, escarabajos pelotilleros. El hombre de la calle les da un nombre merecido pero irrepetible por escrito. Son los profesionales del rumor, de la ca– lumnia, de la difamación, de la detracción, de la de– formación de la verdad, de las denuncias falsas, de la delación, de la denuncia anónima. San Agustín los lla– ma "asesinos de almas". Su presencia- su temida proximidad- provoca la náusea y el vómito. Bastaría un repaso a la prensa para escoger el muestrario más repugnante de la tergiversación de la verdad en la doble vertiente de la calumnia a institu– ciones y personas y de la tergiversación de los hechos. Pero esto llevaría consigo una concreción molesta y aquí lo que nos interesa, por el momento, es detectar y valorar las formas más frecuentes de deshonrar. t. Se trata de una joven ejemplar. Es consciente, 102
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