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de los instintos están en la base cristiana de una vi– sión existencial de la libertad. Por lo visto, el hombre contemporáneo se confiesa inmerso en una vivencia de lucha dramática contra el mal. Hasta se siente "cul– pable", pero sin una referencia ni siquiera global a lo religioso. De este modo se pierde en un fatalismo que provoca la náusea y la impotencia. El cristiano que pa– sa a veces por la misma lucha dramática encuentra una explicación mucho más convincente: el pecado original ha herido la naturaleza humana y hay que re– habilitarse con el esfuerzo personal contra las tenden– cias instintivas desordenadas y con una apelación ex– presa a la gracia y al perdón de Dios. Libertad y gracia forman el binomio de la rehabili– tación, de !a conversión y de la santidad. Sólo así se logra la formación plena de la personalidad. El hom– bre es totalmente libre cuando ha conseguido liberarse a sí mismo, cuando domina sus nervios, cuando actúa con perfecta serenidad y responsabilidad, cuando se decide a obrar con una plena libertad de espíritu, al margen de presiones, con seguridad y con audacia. -Esta libertad le hace señor de sí mismo, de los acon– tecimientos, de las circunstancias, de la vida y de la muerte. El hombre libre es dueño y señor del universo, co- mo canta Rudyar Kipling con entonación inigualable: "Si sabes guardar la cabeza cuando todos, a tu alrededor pierden la suya y te echan la cul– pa de ello, si puedes fiarte de ti mismo cuando todos du– dan de ti, pero sabiendo al mismo tiempo te– ner en cuenta su desconfianza; si puedes esperar sin cansarte de esperar; 99
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