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que sublimó a su virgen madre y colmó de carismas a José el obrero. Llegándole gentes nobles, cadenciosas, requiriéndole Dios, buen Hermano, su Cristo que les llene de bz y de cariño y les toque el corazón con el suyo de Dbs humanizado. Se inclinan las cabezas y se juntan las manos cuando su sacerdote los saluda en el atrio, el púlpito o la calle con la paz, el pan y el bien. Del fondo de las almas surgen palabras, silencios y ritos de oración. El éxtasis sereno y popular refunde espíritu y sentidos en la unidad de la oración del Hijo. Es tu presencia, ;oh Padre!, que transforma a los humanos. ¡Míralos, son tus hijos!, obras de arte, Señor: este hombre, de talante inquieto, y esta mujer, ave del paraíso. 43