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Un arco de iris vespertino y ágil era la comba de las niñas. Sus trenzas, golpeando los hombros, se abrían en jubilosas melenas hasta llenar la calle bulliciosa. Iba a tu camarín, Virgen María, luminoso, ideal puerta de un cielo fácil, como aquel portal de mi casa. Se iba haciendo destino: cáliz de salvación. Tan solo la niñez inventa. Luego, el vivir lo configura todo; el mal y el bien, las cosas y las fantasías, el ll~nto y las miradas inocentes Por eso hay que morir y renacer de nuevo en niño y entrar en tu jardín, Señor. 22

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