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92 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA. v. gr.: organista, cantores, ornato del santuario, etc. Lo mismo cabe decir de la diferencia de estipendios en las diversas diócesis, pues varía según los lugares en conformidad con el costo de la vida. Esü¡s disposiciones de la Iglesia son muy conformes con la vo– luntad del Señor, el cual quiere que los sacerdotes se dediquen ex– clusivamente al culto divino y a procurar la salvación ele las almas: "Porque todo Pontífice, tornado de entre los hombres, es constituído a favor <le los 1h·ornbres, en lo que rnira al culto de.Dios, para ofre- 1 cer obla,:iones y sacrificios por los pecados" (Hebreos, V, 1). Es, pues, muy justo que los fieles, cuyo bien espiritual están obligados a pro– curar los sacerdotes, provean a la manutención de éstos para que, libres de negocios temporales, puedan entregarse plenamente al cum– plimiento ele los deberes ele su sagrado ministerio. Ya en la antigua ley Dios había dispuesto que la tribu de Leví, escogicla para el servicio del santuario, no entrara en la repartición de la tierra prometida (Deuterc;momio, XVIII, 1, 2, 5), pero fué do– tada más abundantemente que las otras. Recibía ella sola todos los cliezmos· y primicias de las once tribus, el cual ascendía a un valor a lo menos doble del que producían los frutos líq¡.üdos ele cualquiera ele ellas. (Números V, 9; XVIII, 8-21). Además una parte de lo que los fieles ofrecían a Dios en sacrificio era para los sacerdotes (Nú meros XVIII, 14-18; Deuteronomio, XVIII, 3). Así quiso el Señor ha– cer ver a los hombres el deher que tienen de atender al sustento· de los ministros de la Religión. El Apóstol San Pablo recordaba a los primeros cristianos este deber cuando decía: El que sir-ve al aliar, participa del altar. En efecto: el sacerdote, para poder atender a sus deberes, no puecle declicarse a otros trabajos y, sin embargo, debe vivir. Y, por otra parte, no sería conveniente ni decoroso que el sa, cerdote· se dedicara a profesiones seculares o trabajara en una ofic"i na para poder vivir. ¿ Te parecería bien, lector, ver a tu párroco o a tu confesor ejercitando algún oficio? ¿Sería esto conforme a su dig– nidad de ministro ele Dios"? (2 Corintios, VI, 4; 1 Timoteo IV, 6). ¿No enseña ei Apóstol que el saeerdote ha sido constituído para atender :il culto divino (Hebreos, V, 1) y que debe dedicarse totalmente a la predicación del Evangelio? (2 Timoteo, IV, 5). Cierto es que el mismo Apóstol dice que trabajaba con sus ma nos; esto lo exigía el estado incipiente en que entonces se hallaba la Iglesia. Pero al propio tiempo hace constar el derecho que tenía a vivir ele las ofrendas ele los fieles como ministro clel Evangelio (2 Tesalonicenses, III, 9: L Cormtios, VIII, 4. 14).

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