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( 88 LA VIDA SOBRENATURAL DE LA IGLESIA. Pero aun sin salirnos de las palabras del Apóstol aducidas en la objeción, de ellas nada se deduce contra la doctrina católica. La Igie– sia enseña que los méritos del sacrificio de la Cruz, siendo infinitos, son suficientes para la Redención del mundo y no pueden ser aumen– tados por ningún otro sacrificio. Conviene no olvidar que el sacrificio de la Misa y el de la Cru1z forman una unidad íntima que no permite separar el uno del otro. El Sacrificio del Nuevo Testamento es imo, aunque con diferen– tes modalidades, según se considere en la Cena, en la Cruz, o en la ~~= - a) En la Cruz efectuóSE' !a inmolación real y física del cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo. · b) En la Cena y en la Misa no hubo ni hay inmolación física, sino oblación real del cuerpo y de la sangre de Jesucristo en estado o calidad de víctima. En la Cena Jesús se ofreció por sí mismo como víctima que ha– bía de ser inmolada, por la consagración de su cuerpo y de su san– gre. En la Misa se ofrece Jesús, mediante el ministerio de sus sacer– dotes y por la consagración, como víctima ya inmolada. El insigne Obispo de Meaux, Bossi1et, resume muy bien la doc– trina de la Iglesia en estos términos. La Misa (dice) es un "Sacrifi– cio espiritual y digno de la nueva alianza, donde la víctima presente no percibe sino por la fe, donde la palabra es la espada que separa místicamente el cuerpo y la sangre (de la víctima) y donde la muer– te no interviene sino en representación; sacrificio no obstante, muy rerdadero, puesto que Jesucri'.sto se halla verdaderamente contenido y ofrecido a Dios bajo el aspecto de muerto; pero sacrificio ele repre– sentación que, lejos de apartarnos -como se nos objeta- del sacri– ficio ele la Cruz, nos acerca más a él por todas estas circunstancias, pues no solamente se da por entero, sino que en efecto El está y sub– siste allí para esta entrega... Así, lejos ele creer que falta a!go al sa– crificio ele la Cruz, la Iglesia lo cree tan perfecto y tan plenamente suficiente, que todo lo que se hace después no se ha establecido más que para celebrar la memoria de aquél y para aplicar su virtud" (1). Objeción 2l/,-Siendo Jesucristo sacerdote eterno (Hebreos, XVII, 21), no tiene sacerdotes que le sucedan. Si en la Ley antigua hi1bo m,uchos sacerdotes fué debido a qite eran mortales; nias viviendo Je– sucristo eternaniente, su sacerdocio no se transfiere. Ahora bien, eZ sacrificio corresponde al sacerdocio; luego, no habiendo en la nueva Ley sace,rclotes sucesores ele Jesucristo, tampoco· hay sacrificio al• guno fueret de la Cruz. ' Respuesta.-El ser Jesucristo sacerdote eterno impide ciértamen- te que haya sacerdotes iguales a El, ma§ no, que haya sacerdotes vicarios y ministros suyos, a quienes haga participantes de su sacer– docio. Al contrario, era necesario que los hubiera. En efecto, no ejer– ciendo El Señor por sí mismo las funciones sacerdotales en la tierra, 1 . --Bossuet, Expo;ition ele la Doctrine Cathólique sur les matiéres de contro– oersª, XIV. Le Sacrifice de la Messe.

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