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86 EL PROTESTANTIS1vl0 ANTE LA BIBLIA sacrificio del cordero pascual en conmemorac10n de la libertad que les había dado del cautiverio de Egipto (Exodo, XII, 21-27). También quiso el Señor que los cristianos celebraran un sacrificio especial pa– ra conmemorar la Redención de la humanidad del cautiverio del de– monio por su muerte en la cn.l'Z ( 1 Corintios, XI, 24). Y del mismo modo que Dios quiso que los israelitas pensaran en el futuro sacrificio de la Cruz, cuya figura eran los sacrificios mosai– •·os, quiere también que los cristianos nos acordemos de este santo sacrificio, al que debemos nuestra Redención. Y, para que no nos ol– vidáramos ele él, nos dejó un recuerdo perenne ele su muerte en el sacrificio eucarístico. 2. El sacrificio de la Misa es el sacrificio de la Critz renovado.– Pero la Misa no es solamente un memorial del sacrificio ele la Cruz: es una renovación del mismo, una inmolación real, aunque incruen– ta, un verdadero sacrificio en el sentido estricto.ele la palabra. En efecto, !a M.isa es substancialmente el mismo sacrificio de la Cruz, porque en ambos son idénticos el sacerdote y la víctima. a) Es idéntico el sacerdote. En la Cruz, el sacerdote fué Jesús, quien se ofreció por sí mismo (Isaías, 57; 7); los judíos y los verdu– gos no fueron sino instrumentos del sacrificio. En la Misa es tam– bién Jesús quien se ofrece al Padre por ministerio de los sacerdotes. El sacerdote actúa en la Misa en nombre de Jesucristo pronunciando las mismas palabras del Salvador: "Este es mi cuerpo; esta es mi sangre". La circunstancia de que en la Cruz se ofreció Cristo por sí mismo, mientras en la Misa se ofrece por ministerio ele los sacer– dotes, no establece diferencia alguna esencial entre uno y otro sacri– ficio, puesto que en ambos es Jesús el oficiante; así como un señor da' una limosna a un pobre rJor manos de su criado, es siempre el se– ñor quien la da. b) Es idéntica la víctima.-En la Cruz, la víctima fué Jesucristo, quien murió en ella por la efusión ele su sangre. En la Misa es Jesu– cristo, quien renueva místicamente su muerte en el altar. Su cuer– po y su sangre se nos muPstran separados en las especies de pan y de vino, es decir, en estado de muerte. Verdad es que el Salvador está vivo y entero en cada una ele ambas especies -el cuerpo vivo no puede estar sin su sangre y la sangre viva no puede estar separa– da del cuerpo- pero la sep:aración sacramental representa la separa– ción física efectuada en la Cruz por ia efusión de la sangre divina. 3. El sacrificio de la Misa es el sacrificio de la Cruz aplicado.– Hay todavía una tercera razón de identidad substancial entre ambos sacrificios y es el fin principal por el cual se ofrece la Misa, el cual es completar la obra del Calvario en cuanto a la aplicación de los fru– tos de la Redención a los hombres. El sacrificio de la Cruz consumó ciertamente la Redención del mundo; por él quedó la humanidad redimida para siempre. Pero, aun siendo infinitos los méritos de este sacrificio, en realidad no apro– vechan sino a aquellos a quienes son aplicados (Tito, III, 5-7). A este fin, Jesús nos ha dejado en su Iglesia los medios de salvación por

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