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LA VIDA SOBRENATURAL DE LA IGLESIA 7'1 ble, así como se comunica el pensamiento bajo la forma sensible de la palabra. "No me digáis -exclama Bossuet- que el espíritu basta. El cuerpo es el medio para unirse al espíritu. El hijo de D'ios descen– dió hasta nosotros haciéndose carne. Por esta carne debemos nosotros recibirle para unir.nos a su espíritu, a su divinidad" (1). Objeción '?,f!.-¿Cómo explican los católicos el silencio de San Jnan respecto a la institución de le. eucaristía? Respuesta.-El mismo Apóstol advierte al terminar su Evangelio, que omite muchísimas cosas que hizo Jesús (XXI, 25). Además, ob– sérvese que San Juan es el único evangelista que presenció las es– cenas del Tabor (San Mateo, XVII, 1) y de Getsemaní (San Mateo, XXVI, 37) y no habla en su Evangelio ni de la Transfiguración, ni de la Agonía de Jesús. Y los otros tres evangelistas refieren estos episodios con abundancia de detalles. Nada, pues, significa en contra de la realidad de la inst'itución de la Eucaristía el silencio de San Juan. LA EUCARISTIA, DOGMA CONSOLADOR El cristiano que cree sinceramente que Jesucristo es el Hijo de Dios humanado y el Redentor de la humanidad, no podrá dejar de amarlo y naturalmente envidiará la suerte de los discípulos del Se– ñor que tuvieron el consuelo de verlo, tratarlo y acompañarlo. El mismo Jesús decía: "Bienaventurados los ojos que ven lo que vos– otros veis" (San Lucas, X, 23). Si amamos verdaderamente a .Jesús, más de una vez habremos deseado que estuviera todavía en la tierra para, hablar con El como un hijo con su padre, un hermano con su hermano, un amigo con su amigo... Pues todo esto es para nosotros / una consoladora realidad; la Iglesia Católica nos enseña que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía está realmente presente Nues- tro' Señor Jesucristo, con su cuerpo y sangre, alma y divinidad. Los católicos gozamos del literal cumplimiento de la promesa de .Jesús: "He aquí que estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del. mundo" (San Mateo, XXVII, 20). Si no hay dicha comparable a la de aquel que tiene un amigo fiel (Eclesiástico, VI, 15), ¿puede haber mayor felicidad para los cris• tianos que el tener en compañía nuestra al mismo Redentor y poder visitarlo en el Sagrario de nuestros temp!os todos los días y a todas horas y hablar con El y comunicarle nuestras penas y pedirle reme– dio para nuestras necesidades? ... Más todavía: Jesucristo se ha que• dadb con nosotros en la Eucaristía bajo las especies de pan, para que,' recibiéndolo, podamos unirnos a El íntimamente y participemos de su misma vida divina. "El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí y Yo en El" (San Juan, YI, 57). "Como me envió el Padre que vive y Yo vivo por e! Padre, así el que me come vivirá también por Mí" (San Juan, VI, 58). La Eucaristía extiende a cada uno de los fieles la unión que el Verbo Divino realizó con la natura. l ,-Bossuet. M editations sur l'Evangile. La Céne. Premiére partic, XXIV journée,

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