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76 EL PROTESlrrANTISMO ANTE LA BIBLIA ría bueno y, por consiguiente, no sería Dios. He ahí el abismo a que nos conduce :.a interpretación protestante. En efecto: Si el protestantismo tiene razón, la inmensa mayoría del pueblo cristiano: los Apóstoles, los más ilustres doctores, los más grandes santos, las almas más puras... han caído en la idolatría, tri- butando honores divinos a un pedazo de pan. · Y en este caso, evidentemente, Jesucristo no sería Dios. Porque: o previó que un gran sector de la humanidad, tomando literalmente sus palabras, caería en la' idolatría, o no lo previó. Si no, lo previó, no era Dios. Y si lo previó ¿ cómo pudo consentir que innumerables almas se engañaran lastimosamente y cayeran en la idolatría, cuando le era tan fácil evitarlo ·expresándose con mayor claridad?... En este supuesto, Jesús no solamente no sería Dios, pero ni siquiera un hom. bre bueno; sería un impío, un impostor. ¿No es verdad, amado lector, que tu buen sentido protesta indig– nado contra esta suposición? Por esto decía Erasmo, uno de los horn· bres más sabios de su siglo: "Jamás podrán persuadirme de que Je– sucristo haya permitido que la Iglesia, su amada esposa, incurriera en un error tan abominable como el adorar u1i pedazo de pan" (Mon– sabré, Exposición del Dogma Católico, conferencia 67). OBJECIONES RROTESTANTES Objeción H-El discurso d.e Jesús en Cafarnaum referido por San Juan en el Cap. VI tiene un sentido figurado, como se deduce de es– tas palabras del mism.o Jesús: "El espír.itu es el que vivifica; la car– ne para nada aprovecha. Las palabras que os he dicho, son espíritu y vida" (VI, 24). Respnesta.-Estas palabras nada prueban en favor de la inter– pretación protestante. He ahí su verdadero sentido según se. despren de del mismo contexto. Los judíos, tomando las palabras del Salva dor q1 su sentido obvio y natural, imaginaron que Jesús quería dar– les a comer su cuerpo por pedazos después de su muerte. Por esto de cían: "¿Cómo este hombre nos vuede dar su carne a comer?" Jesús. trata de desvanecer su error: '"El espíritu es el qwe vivifica, la carne para nada aprovecha". Que fué decirles: La carne, separada ele! al– ma, es carne muerta que para nada sirve; porque el espíritu es quien vivifica la carne. "Las palabras que yo os he dicho, son espíritu y •vicla", es decir: Mis palabras se refieren a algo espiritual y viviente. No quiero daros a comer mi carne muerta, como la que vosotros co– méis, sino mi carne viva, animada por el espíritu y la vida divina". En otras palabras: "Mi carne, si fuera meramente carne -humana, no os aproyecharía, pero como está unida al espíritu, al Verbo, os apro- vechará'. , En la Eucaristía -entendida en el sehticlo cató!ico- resplande– ce a la veiz el amor infinito de Dios a la humanidad al querer comu– nicarse a cada uno de nosotr0s y su sabidilría inefable al escoger pa– ra ello el medio más indicado. El hombre no es un espíritu, sino un compuesto de espíritu y de materia. Era, pues, muy conveniente que Nuestro Señor Jesucristo se comunicara al hombre bajo forma visi·

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