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EL GOBIERNO DE LA IGLESIA. 63 planteaba .a los innovadores de su tiempo: "¿Quiénes sois vosotros y de .d,ónde venís? Al principio estábais en el seno de la Iglesiá Ca– tólica Romana; al separaros de ella ¿quién os dió la misión ele predicar esas nuevas doctrinas? Todo aquel que habla en nombre de Dios, de– be ser enviado por Dios. Probad, pues, vuestra misión ( De praescrip tion, c. XX). La misión divina de predicar el Evangelio puede ser de dos cla– ses: ordinaria y extraordinaria. 11!isión ordinaria es aquella en virtud de la cual los sacerdotes son enviados por el Papa y los Obispos -sucesores de los Apóstoles– ª predicar el Evangelio de Jesucristo. Así, por ejemplo, San Timoteo . fué enviado a Efeso por el Apóstol San Pablo; ,San Dionisia fué en– viado a, Francia por el Papa San Clemente; San Agustín fué enviado a Inglaterra por el Papa San Gregorio; .San Patricio a Irlanda por el Papa San Celestino; y San Bonifacio a Alemania por el Papa Gre• gorio II. Los protestantes no pueden atribuirse esta misión ordinaria, por• que apenas empezaron a predicar sus nuevas doctrinas, fueron ex– cornu)gados por los Papas y los Obispos.- 11IIisión extraordinaria es la que el mismo Jesucristo confía a al– gunos, enviándolos directamente a predicar su Evangelio. Tal fué la que confirió a los doce Apóstoles (San Marcos, XVI, 15) y a San Pa· blo (Gálatas, I, 1) (1). 1 ¿Recibieron los protestantes esta misión extraordinaria? ... Mas en este caso es preciso probarlo: Nema veniens ex alterius ai1tori– tate, ipse eam sibi ex sua affinnatione defendit (San Paciano, Obis– po de.Barcelona): El que viene representando la autoridad de otro, no ha de pretender que se le crea sobre su palabra; debe dar prue- bas de ello. · Los protestantes deben acreditar la legitimidad de su misión ex– traordinaria con señales extraordinarias, cuales son: eminente san– tidad de vida y niilagros. Con ambas pruebas acreditó el mismo Je– :fücristo la misión que había recibido. del Padre: "¿Quién me convcn• cerá de pecado?" (San Juan, VIII, 46). "Las obras qite yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí" (San Juan, X, 25). "Si no rne queréis creer, creed a mis obras; para que sepáis y reconozcáis que ez Padre está en mí y yo en el Padre" (X, 38') .' De igual manera el Apóstol 'San Pablo acreditó su misión divina: "Las pruebas de rii-l ª'f!Ostolado han sido manifie.~tas entre vosotros por una paciencia a toda prueba, por señales, por prodigios y por milagros'' (2!1, Corin– tios, XII, 12). Ahora bien: a) ¿dónde está la santidad de vida de los reformado• res'? La historia nos dice que todos ellos observaron una vida escan• clalosa. El respeto que nos merece el lector no nos permite deseen• der a pormenores. El historiador protestante William Cobbett formula el resumen <le sus estudios sobre los jefes de la pretendida Reforma del siglo ! .--Nótese, sin embargo que, a pesar de haber sido San Pablo elegido por Jesu– cristo pa,a llevar su nombre a las naciones paganas (Hechos. IX, 15), no dió comienzo a su apostolado basta que los Ancianos, .obedeciendo al manda:o del Espíritu Santo, lo enviaron después de haberle impuesto las manos (Hechos, XIII, 2) .

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