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36 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA_ que ni el mismo Colegio Apostólico fué santo, ya que en él hubo un .Judas. A tales ministros de la Ig!esia es aplicable la sentencia del Salvador: "Haced y g1wrdad todo lo q11,e os clicen, pero no i-mitéis sus obras" (San Mateo, XXIII, 3J. Además, si la Iglesia Católica Romana dejara de ser la Iglesia cie Cristo porque hay en ella abusos y escándalos, ¿dónde se habría hallado dicha Ig!esia, aun en tiempc de. los Apóstoles, pues ya enton– ces había entre los fieles escándalos y graves desórdenes? (1 Corin– tios, V, 1-2; VI; 7-8; XV, 12, 34; 2 Corintios, XII, 21; y Gálatas, III, 1-3). Ni siquiera los Prelados de los tiempos apostólicos estaban to– dos exentos de faltas reprensibles. San· Pablo haciendo el e!ogio de Timoteo, se queja de que otros ministros del Evangelio prefieren sus intereses propios a los de Jesucristo (Filipenses, II, 21). Léanse, tam• bién las quejas del Señor a algunos Obispos de Asia en los capítulos IJ y III del Apoca!ipsis: "Al Angel (esto es, al Obispo) de Sardes, escribe: Yo ( el Señor) conozco tns obras: tienes el nombre de vivo, 1nas estás nnwrto", etc. Por consiguiente, si la ausencia o exención de todo abuso y de toda violación de las buenas costumbres entre los cristianos fuese una propiedad necesaria ele la Iglesia de Jesucristo, entonces ni ha• bría existido ésta en tiempo ele los mismos Apóstoles, ni en ningún otro siglo, ni existiría ahora en ninguna parte, puesto que hasta los protestantes deben reconocei; que también en los países donde pre– dominan sus doctrinas son frecuentes !os abusos contra las buenas costumbres y los desórdenes sociales. Es habitual en los protestantes exagerar la inmoralidad y corrup– ción especialmente ele la América española y de las Islas Filipinas, achacando la cu!pa a la Iglesia Católica, que -según ellos-- mantie· ne a los habitantes de dichos países en estado de abyección y rela• jación moral (1). Sin embargo, los que esto dicen y aseguran debe• rían meditar seriamente estas palabras de nuestro Divino Salvador: "¡Imposible es que no vengan escándalos!" (San Lucas, XVII, 1). "¿Por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que tienes en el tuyo?" (San Mateo, VII, 3). "E! que de vos– otros esté sin pecado, tire contra ella el primero la piedra" (Sa:1 .Juan, VII, 7). r No era de esta opinión el ,primer gobernador civil de Filipinas, bajo el dominio de los Estados Unidos, y después Presidente de. esta nación, Mr. Taft. En diversas oca– siones tributó magníficos elogios a la Iglesia Católica por la obra evangelizadora y cul– tural que habí; desarrollado en aquel Archipiélago. Véanse, entre otras. sus declaraciones publicadas por el periódico New York Freemam Journal (12 de marzo de 1904). En cuanto a la América española, un historiador norteamericano ha hecho mo– dernamente justicia a la labor civilizadora que España -ayudada eficazmente por la Iglesia Católica- realizó en el Nuevo Mun<.lo. Me refiero a Charles Lummis en su obra "Los exploradores españoles del siglo XVI". He aquí algunos párrafos: "Nunca pueblo alguno llevó a cabo en ninguna parte tan estupenda labor como la que realizaron en Amé– rica los misioneros españoles" (página 18 3). "El empeño de los exploradores españolos en todas partes fué educar. cristianizar y civilizar a los indígenes..., en vez de eliminarlos de la faz de la tierra para poner en su lngar a los recién llegados, como por regla ge– neral ha sucedido con otras conquistas realizadas por algunas naciones europeas" (página 302, obra citada. Barcelona. Casa ,Editorial Araluce. 1916). El amor a la verdad nos mueve a recomendar encarecidamente al lector la atenta y serena lectura de la obra de Alfredo Young: "Países Católicos y P~otestantes compa– rados en civilización, bienestar, cultura y moralidad" (Madrid, Sáenz de Jubera. I 903). El autor demuestra con irresistible elocuencia de las estadísticas y con el testimonio de autores protestantes. la superioridad mpr:it d~ los países católicos sobre los países donde predomina el protest:antismo.

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