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34 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA Las definiciones dogmáticas de la Iglesia Una de las principales acusacionés de las sectas protestantes con• tra la Iglesia Católica es afirmar que ha introducido en el cristianis• mo ritos y dogmas nuevos, que no fueron enseñados por Jesucristo. A esto hay que contestar que, en cuanto a los ritos -lo mismo que en cuanto a la disciplina- la Iglesia es libre de adoptar lo que le parezca convenient,e, según los tiempos, pues Jesucristo no le- ha de• jacto ningún ritual, ni ningún código de derecho. En cuanto a los dogmas nuevos es preciso tener en cuenta la si· guiente explicación: Cada vez que la Iglesia define un nuevo dogma no revela una ':W-eva verdad. Lo que hace es declarar la existencia de una verdad que había sido revelada por Dios, ya por medio de los antiguos Pro• fetas, ya por medio de su Divino Hijo Jesucristo, ya por medio de los Apóstoles. Dicha verdad había quedado consignada en la Biblia., o en la Tradición; pero no constaba su revelación auténticamente. Al definirla, pues, la Iglesia como dogma de fe, no hace sino dar la 1:esolución definitiva sobre su existencia. Es el caso del tribunal supremo de un país constitucional al d& clarar que tal o cual doctrina, o principio, está incluído en la Cons– titución. El tribunal dirime la duda que había sobre la existencia de aquella doctrina. Pero nadie dirá que con ello añada doctrinas nuevas a la Constitución. Es, pues, inexacto afirmar que la Iglesia ha creado nuevos dog– mas. Lo único que puede llamarse nuevo es un conocimiento más preciso y más perfecto de algunas verdades reveladas por Dios. Sucede con la doctrina católica lo mismo que con el mundo físi– co. Dios ha ocultado en el seno de la tierra y en las leyes de la na– turaleza tesoros admirables que el hombre v-a descubriendo cada cifa y utiliza según las necesidades del momento. El sabe hallar el hierro necesario para los instrumentos del trabajo, el carbón para producir vapor, la electricitjad para trasmitir a enormes distancias su pensamiento, su palabra. Así también Dios ha colocado en el de– pósito de la Revelación, confiado a la Iglesia, todas las verdades des– tinadas a iluminar la inteligencia del hombre respecto a su último fin. Pertenece a la Iglesia sacar de este depósito sagrado las verda– des reveladas, según las necesidades del momento; por ejemplo: cuando los errores propalados por los herejes lo requieren. Así, al definir en el pasado siglo los dogmas de la Inmaculada Concep– ción (1854) y de la Infalibilidad del Papa (1870) la Iglesia no inven– tó dogmas nuevos, sinÓ que declaró solemnemente que aquellas ver– dades estaban contenidas en :!.a Revelación divina v en la Tradición apostólica. • Antes de dicha declaración, estas Yerclades existían, pero no cons• taba auténticamente su existencia y no había bbligación de creerlas. Después de la definición, deben ser explícitamente creídas por ha– ber la Iglesia declarado que eran verclades reveladas. Si los protestantes consideran estos dogmas como doc;trinas nue-

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