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LA IGLESIA DE JESUCRISTO 29 La Iglesia y el Estado l.-Dios ha dividido el gobierno del género humano entre dos autoridades: la autoridad eclesiástica y, la autoridad civil. La prime– ra la ha puesto al frente de las cosas divinas; la segunda al frente de !as cosas humanas. Cada una. de ellas es soberana en su géhero; cada una tiene sus límites perfectamente determinados por su natu· raleza y por su fin; cada una tiene su esfera particular, en la que se mueve y ejerce su acción por derecho propio. Por consiguiente, todo lo que en las cosas humanas es sagrado por un título cualquiera, todo lo que se relaciona con la salvación de las almas y con el culto de Dios, sea por su naturaleza, sea por relación a su fin, todo esto es de la competencia de la autoridad eclesiástica. Las demás cosas de orden civil y político, es justo que estén sujetas,, a la autoridad civil, p1:1esto que Jesucristo ha mandado dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. (León XIII, Encíclica Inmortale Dei). De esta doct1..ina se deduce cuán.equivocados están los que creen que la Iglesia y el Estado son dos autoridades, incompatibles por tener intereses opuestos. Los intereses de la Iglesia y del Estado so::i diferentes, mas no opuestos, antes se completan mutuamente. Tam– bién en el cuerpo humano la cabezá y los brazos tienen objeto dife– rente; ;,dir,~mos que ·son opuestos? El Estado tiene por objeto procurar el bienestar temporal de la sociedad; la Iglesia tiene por objeto procurar el bienestar espiritual y eterno de la misma. ¿ Dónde está la oposición? De ahí que la Iglesia vive en amistad con las repúblicas lo mis– mo que con las monarquías (1); pero siempre libre e independie11te pe los podEires de la tierra, pues su Fundador es Dios y sus poderes fos ha recibido de Dios. La IglE!sia es, además, un poderoso auxiliar del Estado, en cuan– to sus doctrinas tienden a fomentar en sus hijos, que son también súbditos del Estado, la paiz y el amor entre sí, predicando la frater– nidad universal: "Todos vosotros sois hermanos... '!, (San Mateo, XXIII, 8), y el respeto y obediencia a la autorida{i legítimamente constituí– da, en la cual reconoce origen divino: "Toda alma se someta a las a·utoridade8 superiores; porque no hay autoridad qiw no venga de J)ios; u las oue existen, han sido instituídas por El. Por esto, quien resiste a fa autoridad., resiste al orden que Dios ha establecido, y los qne resisten ellos mismos atraen condenación .sobre sí" (Romanos, XIII, 1-2). l Mons, Ireland·, Arzobispo ele Minnesota (Estados Unidos) , decía en una confe– rencia pronunciada en el salón de la Sociedad Geográfica de París ( 18 de junio de 1892): "Antiguamente se decía que la Iglesia Católica no podía conciliarse con la República, que d ;\Írc · libre de América le sería fataL lmaginábase que los católicos querían ímplantar en los Estados Unidos las ideas mornárquicas imperialistas de los demá~ países, La ]glesfa Católica, ha respirado el aire de la República y le ha ido muy bien. Hoy, ya no s;e· pone en drud-a nuestro patdotislllº'· Puedo cita,ros un hecho a propósito de, esto. Hace aYgwnos años foé a San Pedro (Minnesota) un ministro protestante. En uno de sus ser. '""'~es declaró que la Iflesia Catól!ca era op_ue~ta a la República, y que• la Repúblic:>. no <il.ell,,a .~'?port~r~L Desp~es del ser1;1on, los prmnpales oyentes fueron a buscar a.1 ministro, r He chJe~cm • ...,u sermon no ha sido nada oportuno, pues el republicano más ferviente es d Arzobispo".

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