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LA IGLESIA DE JESUCRISTO 27 sia, no puede ser más claro y contundente: La verdadera Iglesia de Jesucristo' es la que se halla fundada so– bre San Pedro, es decir, la que está sujeta a San Pedro (y a sus su– cesores). Solamente la Iglesia Católica, Apostólica, Romana es dirigida,. gobernada por los sucesores de San Pedro. Luego solamente la Iglesia Católica, Apostólica, Romana es. fa¡, verdadera Iglesia de Jesucristo. (1). ' Este sencillo argumento ha bastado para iluminar y convencer a muchos que se hallaban de buena fe en el protestantismo. l La Iglesia es una sociedad perfecta !.-Para.que la Iglesia pudiera cumplir mejor su misión de con– ducir los hombres a la salvación eterna, su divino Fundador Jesu-• cristo la constituyó a manera de sociedad perf1;;cta y, por consiguien– te, visible. "Sociedad" es una reunión de individuos bajo la misma autoridad para conseguir un mismo fin por unos mismos medios. Según esta definición, en toda sociedad hay necesariamente dos clases de personas: los que mandan en·virtud de la autoridad de que se hallan investidos (Junta Directiva) y los que obedecen (simples socios). No hay sociedad posible sin autoridad. Una sociedad en la que nadie tuviera ·el derecho de mandar, no sería una organización social; sería un desorden, una anarquía. II.-Ahora bien, un ligero estudio de las pa~abras de Nuestro Se– ñor Jesucristo citadas al principio de este capítulo nos convencerá de que la Iglesia ha recibido de su Divino Fundador la constitución de sociedad perfecta. Pues, por una parte, Jesucristo confiere a sus Apóstoles el triple poder de enseñar (números 2 y 3), de santificar (número 2) y de gobernar (números 6, 7 y 8), y por otra part,e, im• pone a los fieles el deber estricto de someterse a los poderes de los Apóstoles, bajo pena de ser excluídos de la Iglesia y de eterna con– denación (números 3, 4 y 5). Hallamos, pues, en las palabras de Jesucristo, los dos elementos esenciales de una verdadera sociedad: los jefes de la Iglesia, o sea, los Apóstoles, y después de su mu'erte, sus legítimos sucesores los:. Obispos (número 6); y lQs súbditos, que son todos los fieles. l La verdadera Iglesia d:e Jesucristo llámas<' ct1Jtólica, es decir, universal, porque· su Divino Fundador la destinó a extenderse por toda la tierra y a conducir al Cielo ~– todos los hombres. (San Mateo, XXVIII. 19; San .Juan: X, 15; XI. 52; Efesios IV, 3-6). , La Iglesia lleva el calificativo de católica desde sus ,orígenes. Hállase éste elll los escritos de San Ignacio mártir ( 1' 116) y en las actas del martirio de San Policarpo, (+ ¡ 55) ambos discípulos ele los Apóstoles y Obispos de Esmima (Card. Billot, De Ecclesrlf, Cbristi, páginas 208-16, Roma, 1909). San Paciano ('\' 390),. Obispo de Bar– celona, escribe en su Epístola a Sempronio: "Chdstianus mihi nomen est; catholicas~ vero cognomen": "Mí nombre es el de cristiano y mi apellido es el de católico" (Epíst. I, n!Ú-– mero 7, edición de Valencia, 178 O) • Lilámase Apostólica por estar fundada sobre los Apóstoles (San Mateo, XVI, l S, Efesios, Il,, 20) y Romana porque su cabeza visibl~ está en Roma, como arriba se díjo,
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