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18 EL PROTESTANTISivIO ANTE LA BIBLIA Ahora bien: si los legisladores, al constituir estados o gobiernos, son bastante sabios y previsores para establecer una Corte o Tribu– nal Supremo que dirima todas las cuestiones o dudas que se origi– nen acérca de la Constitución, ¿no habrá establecido el sapientísimo Hijo de D'ios, previendo que se levantarían falsos cristos y profetas (San Marcos, XIII, 22), una Corte o Tribuna! Supremo para decidir autoritativamente toda controversia acerca de las verdades de la Re• velación? VI. LA REGLA DE FE PROTESTANTE ES CONTRADICTO– RIA.-Dirán tal vez los protestantes: "Nosotros tenemos los pasto– res que nos explican la Biblia". Pero ¿quién no ve en e5to al protes– tante contradiciéndose a sí mismo? Por una parte, cree que la Biblia es la única regla de fe; y por otra, admite la enseñanza de~ hombre... Rehusa reconocer el magisterio infalible de la Iglesia establecido por Jesucristo, e inclina su cerviz al yugo ele pastores sin misión divina y que se contradicen unos a otros. El Protestantismo, por no querer admitir un Papa, se ha visto obligado a crear tantos papas cuantos son los pastores que preten– den interpreatr autoritativamente la pa!abra de Dios. La Iglesia y la lectura de ia Biblia I.-LA IGLESIA RECOMIENDA LA LECTURA DE LA Bl, BLIA.-Una ele las calumnias que más frecuentemente lanzan las sectas protestantes contra la Iglesia Católica Apostólica Romana, es afirmar que prohibe a los fieles fa léctura de la Sagrada Biblia. La Iglesia siempre ha recomendado la lectura de las Sagradas Es· crituras. El Papa Pío VI, escribiendo en 1778 al doctísimo Prelado Antonio 11/Iartini, autor de una versión italiana de la Biblia, le decía: '·Es muy !oable la prudencia con que, en medio de la confusión de libros que atrevidamente impugnan la Religión Católica y con tanto daño de las almas corren por las manos de los ignorantes, has que• rielo excitar eficazmente a los fieles a leer las Sagradas Escrituras, por ser ellas las fuentes que deben estar abiertas para todos a fin de que puedan sacar de allí la santidad de las costumbres y de la doc– trina, desterrados los errores que en estos calamitosos tiempos tan am, pliamente se propagan. Esto es lo que sabiamente has practicado pu– blicando los Libros Santos en lengua vulgar, acomodándolos a ta ca– pacidad de todos, habiendo añadido varias notas de los Santos Pa– dres para precaver cualquier peligro o abuso". León XIII, en su sapientísima encíclica "Providentíssimus Deus", cuyo objeto es recomendar y clirigir el estudio ele :!.os Libros Santos, dice: "Queremos que esta preclara fuente de la Revelación (la Bi– blia) esté bien abierta para utilidad de la grey del Señor" (18 de no– viembre de 1893). Benedicto XV recomendaba en su encíclica "Spiritits Paraclitus" (15 de setiembre de 1920) la lectura cotidiana de la Bibiia, especia:!.– rnente del Nuevo Testamento, y decía: "Deseamos que todos los hijos
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