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L/1. ESCUELA LAICA 173 tante haber dado en algunás ocasiones muestras cie ser él también arrastrado por la co;riente antirreligiosa. de la época dió la siguiente :respuesta: "Nadie jamás, por culpa mía, podrá llainarse a engaño sobre lo que digo o pienso. Lejos de pretender la prohibición de la enseñanza religiosa, entiendo yo que hOY más que nunca nos es necesaria. A me• dicla que ei hombre crece, ·más debe creer; cuanto más .se acerca a Dios, más ne:cesidad siente de El. Todos, legisladores u obispos, sa– cerdotes o escEitores, deben esparcir y prodigar en todas las formas, , toda la energía social que alimenta el cuerpo; pero no se olviden de levantar todas las ·miradas al delo, de dirigir todas las almas, ende· Tezar todas las aspiraciones hacia una vida futura, en que la justicia tendrá su más perfecto equilil!lrio. Digámoslo muy alto: allí ninguno habrá sufrido ni injusta ni inútilmente; pues la muerte no aparecedi más que como una restitución. "La ley del mundo material es el equilibrio; la del mundo moral es la justicia. "En nuestro tiempo veo un gran desorden,, mejor diré, un único desorden, que consiste en poner toda la razón de nuestra existencia en esta vida. "Al constituir esta vida material y terrestre como fin del hom· bre, se agravan todas sus dolencias; por llevar al frente afirmación · tan absurda, al necesario padecer de los mortales se añade el peso insoportable del vacío después de la muerte; ·y lo que no era más que el sufrimiento, o sea la ley de Dios, se convierte en desesperación, o 'sea la ley del infierno; de aquí proceden las más grandes convul siones. , "Ciertísimamente, yo soy de aquellos que quieren, no digo con sinceridad, porque no expresaría mi pensamiento; yo quiero con una fuerza que no se imagina y con un ardor que sóio •se siente, mejorar, aun en esta vida, la triste suerte de lds que sufren; pero antes quie– ro darles otra mejora, quiero proporcionarles una esperanza. "¡Oh, cómo decrecen los sufrimientos cuando se alienta una es- peranza eterna! . "Dios se encuentra -siempre al fin de cada obra. No lo ..olvidemos nunca y enseñémoslo a todos. La vida sería innoble, no merecería la pena de conservarla, si muriéramos para no volver a vivir. Lo único que puede aliviar nuestros dolores, santificar el trabajo y hacer al hombre sabio, prudente y esfor 1 zado, benévolo y justo, a la vez que humilde y grande, digno de su inteligencia y digno de su libertad, es llevar consigo la esperanza de la posesión eterna del mundo aue bri lla más allá ée las tinieblas de esta cárcel. - "Por lo que a mí toca, ya que la ocasión hace que hable en estos momentos y que salgan de una boca tan poco autorizada como Ja mía palabras tan graves, séame permitido declarar mi :;:>ensamiento des• de esta tribuna; para que lo sepa todo el mundo, hago mi confesión: yo creo profwidamente; creo en un rnundo superior. "Es para mí más claro que esta quimera misen,ble que nosotros devoramos con afán y llamamos la vida; lo tengo siempre ante mí vista; creo en él con toda la fuerza de mis conviccione-s; y después
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