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EL CULTO DE LAS IMAGENES OBSERVACIONES Doctrina de la Iglesia acerca del culto de las imágenes 163 Para que vean nuestros lectores cuán ii;ifundadamente nos ca– lumnian las seétas protestantes al ,decir que los católicos adoramo.s las imágenes, reproducimos las palabras del Concili'o de Trento so– bre el culto de las mismas: "El Concilio ordena que las imágenes de Cristo, ,de '"ª Virgen Madre de Dios y de otros' Santos se tengan y guarden pri::J.cipalmente en lo.s templos y se les dé el honor y ve– neración debidos; no porque se crea que hay eri ellas alguna divi– nidad o virtud en consideración a la cual deba dárseles culto, o pedir– les alguna cosa, o poner en ellas la confianza como hacían &ntigua mente los paganos que colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el hor:.or manifestado a ellas Ge refiere a los prototipos, a quienes estas _mágenes representan; de tal manera que por las imá– genes que bes:1.mos y ante las cuales nos descubrimos y nos arrodi– llamos, adoramos a Cristo y veneramos a los Santos, cuya semejan– za tienen" (SÉ:sión XXV). Í) El culto de la$ imágenes es razonable.-De estas palabras del Concilio se desprende clarameme que el culto que los católicos tri· butamos a las imágenes es solamente relativo; es decir, que no se refiere a la rr_ateria de que están formadas, sino a las personas a quienes las in:ágenes representan. En la imagen se puede honrar y deshonrar al original: he ahí u:::i principio de sentido común admi– tido por todo el mundo. Honramos a nuestros padres y amigos en sus retratos, a los hombres beneméritos c¡Ie la patria en sus bustos ·o estatuas, y no hay persona alguna, que no se sintiera ofendida por aquel que se l:::urlara de su retr&.to o 'imagen. Y aun los protestant,es mismos no verían con indiferencia que los católicos nos burlásemos de las imágenes y estatuas de sus seudoreformadores. Ahora bien: en el capítulo anterior· dejamos sólidamente esta– blecido que los Santos son dignos de nuestra veneración y religiosos obsequios; luego es muy rá~ona·:lle la veneración de sus imágenes. ,, Una de las manifestaciones del culto r,eligioso popular a las imá– genes es el beso. Alguien, al ver a un alma ferviente besar con efu– sión el Crucifijo, la. imagen del Niño Dios, de la Virgen, de algún santo, dirá tal vez: ¡Niñerías...! Pero, lector, todos en nuestros afec– tos, cuando so::i. intensos, parecemos niños. Si besamos con efusión el retrato de los que amamos ¿qué dificultad razonable puede haber en el beso dadc,a la imagen de los seres más dignos de nuestro amor: Jesús, su Madre Santísima, sus amigos predilectos los Santos'? 2) El culto de las imágenes es provechoso.-Podemos orar 'fervo– rosamente en l:l presencia de Dios y encomendarnos a la Santí:sima Virgen y a lo::c Santos sin necesidad de imágenes y pinturas. Pero ¿quién negará que éstas -sobre todo cuando son piadosas y artíst1• cas- ayudan grandemente a nuestro recogimiento y devoción? Una madre que ha perdido su hijito... ¡jamás lo olvida! Vive
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