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158 EL PROTESTA.NTISlffO ANTE LA BIBLIA DOCTRINA PROTESTANTE pidan por nos– otros: luego es cosa necia invo– carlos para que intercedan en nuestro favor. LA BIBLIA 14) Judas Macabeo, en una visión, vió al gran sacerdote Anías, quien, presentándole a Jeremías -ambos eran ya difuntos- le dijo: "Este es et amigo de sus hermanos, que pide mucho por el pueblo y por la ciudad, Jeremías, el profeta de Dios" (29 Macabeos, XV, 14). 15) "Los veinticuatro ancianos se postraro1i delante del Cordero, teniendo cada uno un arp'J, y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos" (Apocalipsis, V, 8. Véa– se también: VIII, 3). Consecnencia.-La Biblia atestigua que los ángeles y los Santos en el cielo oran por nos– otros. OBSERVACIONES Doctrina de la Iglesia acerca de la veneración e invocación de los Santos Enseña el ,Concilio de Trento (sesión XXV), que es justo y salu– dable venerar e invocar a los Santos. 1) Respecto a la veneración de los Santos hay que tener en cuen– ta que se diferencia mucho del honor que tributamos a Dios. A Dios lo adoramos como a nuestro Supremo Señor y principto de todo bien; a los Santos los veneramos solamente como fieles siervos y amigos de Dios. A este prop'ósito conviene advertir, para evitar confusiones, que en el lenguaje ordinario a veces se toman en el mismo sentido las· palabras adorar y venerar, pero teológicamente expresan dos conceptos diferentes. "Pocas acusaciones -escribe el gran filósofo Balmes- habrá más injustas y que se hayan hecho más de mala fe, que la que se dirige contra los católicos culpándolos de idolatría por su dogma y prácti– cas en el culto de los Santos... Jamás, en ningún escrito católico, se ha confundido el culto de los Santos con el de Dios; quien cayese en tamaño error sería desde luego condenado por la Iglesia. El culto que se tributa a los Santos es un homenaje rendido a sus eminentes virtudes; pero éstas. son reconocidas expresamente como dones de Dios: honrando a los Santos, honramos al que los ha santificado. De esta manera, aunque el objeto inmediato sean los Santos, el úiti– mo fin de este culto es el mismo Dios. En la santidad que venera– mos en el hombre, veneramos un reflejo de la Santidad infinita (1). 1.-Balmes Cartas a un escéptico en materia de Religión (Barcelona, 1907), Carta XX, página 2 21. Es mu¡ digna de ser leída esta carta en que el autor estudia el culto de los Santos bajo el punto de vista filosófico.

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