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150 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA 2a y nosotros somos los miembros (Romanos, XII, 5; 1 Corintios, XII, 27; Efesios, IV, 15, V. 30; Colosenses, I, 18). La razón es porque por el santo Bautismo, hemos sido regenerados e injertados espiri• tualmente en Cristo (Romanm., VI, 3-5). Por consiguiente, la Virgen María, verdadera Maclre ele Nuestro Señor Jesucristo, es también madre espiritual nuestra, pues formamos con Jesús un solo Cristo. El B. Monfort explica el hecho ele que los fieles, como miembros del cuerpo místico de Jesucristo, somos hijos de María en estos tér– minos: "En el orclen de.la gracia, como en el de)a naturaleiza, la ca– beza y los miembros nacen de una misma madre. Si un miembro del cuerpo místico de Jesucristo naciese de otra madre que no fuese Ma· ría, que ha producido la Cabeza, no sería un miembro ele J esucri& to (1). Maria es nuestra intercesora ante Jesucristo Visitaba un sacerdote católico los enfermos de un hospital. Uno de ellos, protesfante, le dijo: "Padre, me siento muy mal; ruegue por mí a Jesucristo". El sacerdote le respondió: "La fe protestante no le Impide encargarme que pida por usted a Jesucristo. ¿Por qué no ha– ce usted el mismo encargo a la Virgen María, que es su Madre? Yo soy un pecador; ¿se atrevería usted a negar que .María, madre de Jesús, es santa? Dígale, pues, con humildad y confianza: Madre ele Jesús, ruega por mí a tu divino Hijo". "En este sentido, repuso el protestante, no tengo inconveniente alguno en hacer esta súplica". "Perfectamente, este es el sentido que damos los católicos a nuestras plegarias a la Virgen María". . Los católicos creemos y confesamos con San Pablo que "hay un solo D'ios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hecho hombre''. (Timoteo, II, 5). Pero esta fe no nos 'impide creer que María pueda interceder por nosotros ante Jesucristo, su Divino Hijo. La Virgen María es nuestra mediadora de intercesión para con Jesucristo, quien es nuestro mediador de redención para con Dios Padre. Jesús, al tomar la naturaleza humana, no ha rechazado •los senti– mientos propios de ella. Y así le vemos llorar sobre Jerusalén (San Lucas, XIX, 41) y junto a la tumba de su amigo Lázaro (San Juan, XI, 35). Jesús, pues, ha poseído el sentimiento de amor filial hacia su Santí,sima Madre, sin cuyo amor nadie puede ser llamado buen hijo. En el Sagrado Evangelio tenemos un testimonio del amor y re· Yerencia filial de Jesús para con María, su madre, y del poder me· diador de María sobre el corazón de su divino Hijo Jesús. "Hicié– ronse unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Je– sús... Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Y Jesús le contesta: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? (2) Aun no h:i !.-B. Montfort, Verdadera devoción ala Santi&ima Virgen. Traducción del P. Orihuela, c. II, pág. JI (Totana, 1918).-Véase la Encíclica del Papa Pío X: Ad diem i//um (año I 904). 2.-Los adversarios del culto de veneración y amor filial que los católicos t.ri -

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