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148 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA hijo; sólo afirma que son más dichosos los que oyen y practican la palabra divina. Es el sentido gramatical de la voz griega: menou.nge (más aún), la cual no es negativa sino afirmativa. Como si, al decir– nos alguien: Preciosa es la plata; respondemos: Más precioso es aún el oro. No negamos, sino que afirmamos que la plata es preciosa, aunque el oro lo sea más. Con esta sentencia: "Más dichoso es quien oye y practica la pa– labra de Dios" quiso Jesús significar que la Maternidad divina -en realidad inseparable de la gracia santificante, la c¡ue supone en gra– do perfectísimo- considerada en su sér físico y aisladamente, es de– cir, independientemente de las gracias que la acompañan, es un pri· vilegio que no santifica el alma, como la santifica el cumplimiento perfecto de la voluntad ele Dios, manifestada por su palabra, y que se identifica con la caridad o amor divino. Pero esta sentencia de Jesús no contiene desprecio alguno para su Madre; al contrario, es su más bella alabanza. María es la más dichosa ele las criaturas, porque es la que mejor ha escuchado y cum– plido la palabra ele Dios. Por esto su prima Elisabet, inspirada por el Espíritu ,Santo, hizo ele Ella este elogio magnífico: "Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor" (San Lucas, I, 45). Maria es corredentora nuestra ( 1) Los herejes nos calumnian al decir que los católicos "creemos en María como salvadora del género humano". Nosotros creemos y confesamos con el Apóstol San Pedro, que fuera de Jesucristo "en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, por el que deba– mos ser salvos" (Hechos, IV, ,12). Pero creemos también que la Virgen María, sin ser en realidad .c:alvadora del linaje humano, es corredentora nuestra, en cuanto la ,:emos providencialmente unida a los dos principales misterios <le nuestra santa Fe, a saber: la Encarnación y la Redención. En efecto: ¿a quién debemos el habtr sido redimidos del pecado v reconciliados con Dios? A nuestro divino Redentor Jesús. Y este mvino Redentor, ¿a quién lo debemos, después ele Dios? A la Virgen 'María. ¡Ella nos lo ha dado! La sangre divina, precio de nuestra re– <1ención, tuvo origen en el corazón ele María. Sin María no hubiera ~xistido Jesús, y sin Jesús no hubiéramos .sido redimidos del peca– do. Aquellas palabras de María respondiendo al embajador divino: "Hágase en mí según tu palabra" (Lucas, 1, 38) señalan el principio cte nuestra redención y la cooperación de María en ella. Las íntimas y necesarias relaciones que guarda la Santísima Vir– gen María con los misterios principales de nuestra santa Fe, son tan evidentes e innegables, que ilustres protestantes de nuestros días 1.-Para qu el término "corredentora" aplicado a la Santísima Virgen Marfa no 1e preste a confusión, debe entenderse. no en el sentido de que fuera colaboradora de Jesucristo a la par de El en la obra de la Redención, sino subordinadamente ¡r en el sentido que luego explicamos.

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