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12 EL PR_QTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA b!ecida por Jesucristo, acudamos a la misma Biblia, cuya autoridad admiten los protestantes. La Regla de fe según la Biblia Nuestro Señor Jesucristo instituyó en su Iglesia una autoridad docente que enseñara, en su nombre, el Evangelio a toda criatura. A los once Apóstoles, reunidos en una montaña de Galilea, dice estas memorables palabras: "Todo poder se me ha dado en el cielo y so– bre la tierra. Por tanto, id y enseñad a todas las naciones, bautizán– dolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, ense– ñándolas a guardar todo lo que yo os he mandado" (San Mateo, XXVIII, 19). "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (San Marcos, XVI. 15). Según esto, el magisterio de la Iglesia es la verdadera regla de fe: debemos creer lo que la Iglesia enseña; debemos rechazar lo que la Iglesia rechaza. Ya en el pueblo hebreo había establecido Dios una autoridad do• cente: "Irás a los sacerdotes... les consultarás y te harán conocer lo que es conforme al derecho... Según la ley que ellos te enseñaren y según la sentencia que habrán pronunciado, har.ás ; no te apartarás ni a diestra ni a siniestra de lo que te mostraren. Quien, dejándose llevar de la soberbia, procederá sin escuchar al sacerdote... será cas– tigado con pena de muerte" (Deuteronomio, XVII, 9-12). "Los labios del sacerdote guardan la ciencia y de su boca se pide•. la ensefíanza'r (Malaquías, II, 7). El Salvador, que vino no a abrogar la ley, sino a cumplirla y perfeccionarla (San Mateo, V. 17), nada quiso innovar acerca de estas disposiciones divinas. No se lee en lugar alguno del •Evangelio que Jesús haya dicho a los judíos que debían aprender el camino de salvación leyendo la Biblia. Al cóntrario, les mandó expresamente que escucharan y obe– decieran a, sus maestros constituídos, sin fijarse en su conducta per· sonal: "Entonces Jesús dirigiéndose al pueblo y a sils discípulos, ha· bló así: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los Escribas y los Fa• riseos. Todo lo que os dijeren, hacedlo y guardadlo; ,mas no hagáis· conforme a sus obras (San Mateo, XXIII, 1-3). Es cierto que el Maestro dijo en otra ocasión: "Vosotros escu– driñáis las Escrituras, porque pensáis hallar en ellas la vida eterna; ahora bien, ellas dan testimonio de mí" (San Juan, V, 39). S.in em– bargo, de estas palabras nada se deduce contra la doctrina católica_ Téngase bien en cuenta: 1) que aquí habla Jesús solamente del An• tiguo Testamento, pues el Nuevo aún no había sido escrito; 2) que Jesús no se dirige al pueblo, sino a los Fariseos (San Juan V, 33 y I, 24), que eran maestros de la Ley. Los remite a las Escrituras, no porque eEas contengan .toda la verdad revelada, sino porque en ellas se habla de Cristo; 3) que Jesús probó su divinidad, no sólo por el testimonio de las Escrituras, sino también por·1os milagros que obra– ba (San Juan V. 36).
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