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122 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA. Recuerdo a este propósito que, el año 1915, navegando por el Mar Pacífico entre Yokohama (Japón) y San Francisco de California, acercóseme un día uno ele m'ts compañeros de viaje, pastor protes– tante anglicano, llevando en sus brazos un hijo suyo de pocos· años y ojeando su Biblia, y me habló de esta manera: -¿Usted es sacerdote cattílico? -Sí, señor, para servir a usted. -¿Por qué los sacerdotes católicos no se casan? -Los sacerdotes católicos no nos casamos, porque hacemos pro- fesión de perfecta castidad. -Hacen ustedes mal en no casarse, pues la Biblia manda e im– pone a todos el matrimonio: "Creced y multiplicaos y 1Ienad la tie• rra" (Génesis, I, 28). A estas palabras del pastor anglicano respondí 'indicándole res– petuosamente que consultara en su Biblia la Carta primera de San Pablo a los Corintios, capítulo VII, donde el Apóstol hace el más be, !lo elogio de la virginidad, y terminé diciéndole: -Sírvase usted leer una vez más este capítulo, desde el verso 25 hasta el verso 38, y luego proseguiremos nuestra conferencia. El pastor, después de le(~r algunas líneas, cerró su Biblia y no volvió a hablarme del asunto. Fundaínento bíblico del celibato religioso\ Desde los primeros días del Cristianismo, muchos fieles, adoc• trinados por los Apóstoles, guatdaban castidad perfecta. En los He· chas de los Apóstoles (XXI, D) se lee que cuatro hijas del diácono Felipe vivían en virginidad. San Justino (t 161), filósofo y mártir, escribía en la primera mitad del siglo II: "Multitud de personas de ambos sexos, ancianos octogenarios, hay entre nosotros que desde su infancia guardan castidad" (Apología, I, 15). Esos octogenarios célibes habían sido educados en la fe cristiana por los Apóstoles o por sus discípulos inmediatos. He ahí ahora el testimonio de un pagano. El célebre médico Galeno, que vivió en tiempo del Empera• dor Marco Aurelio, escribía por los años de 160 acerca ele los cristia• nos de su tiempo: ··v erecunclia quadam ducti, ab itsu rerum vene– rearum abhorrent. Su.nt enim inter eos et f erninae et viri, qui per totam vitam a concubitu abstirmerint". Traducción: "Llevados por cierto recato, miran con horror el uso de las cosas venéreas, y hay entre ellos hombres y mujeres que durantE· toda su vida se han abs– tenido de los placeres sexuales" ( 1). Esta vida ele perfecta castidad, observada por muchos de los pri• meros cristianos, impúsola la Iglesia como obligatoria a los sacerdo• tes. Se nos dirá tal vez que los Apóstoles, aunque recomendaban la castidad perfecta, no la imponían como obligatoria, según se ve le• yendo fa citada Carta ele San Pablo a los Corintios. Es verdad, pero la Iglesü1 Católica, aunque ilnpone el celibato a sus sacerdotes, a L-Marx Compendio de Historia de la Iglesia, 10. Pág. 11 l. (Barcelona, 1914). Knoplcr, lvlam.ial de Historia Eclesiásric:i, 21 pág. 75 (Herder, Friburgo de Brisgovia, 1908).

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