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114 EL PROTESTANTISMO ANTE LA BIBLIA cia de un estado de expiación temporal después de la muerte, y so– bre la eficacia de la oración por las, almas que se hallan en aquel estado (1). Las inscripciones funerarias de los prime.ros cementerios cristia– nos -como las que han sido descubiertas en las catacu1nbas de Ro– ma- nos proporcionan una nuevé! prueba de esta verdad. He ahí al– gunas: "Oh Señor, que estáis sentado a la diestra ele vuestro Padre, colocad entre vuestros santos al alma de Nectario". "Expectato, Ale• jandro y Pompeyo, que el Señor os proporcione algún alivio". "Aqui– lina y Eusebio, que gocéis de una dulce paz en Dios". Y hállase mi– llares ge veces esa fórmula litúrgica con que termina siempre el Ofi– cio de Difuntos: Requiescat in pace: Que tu alma repose en paz" (2). Los Doctores de la Iglesia en los cuatro primeros siglos, así los latinos como los griegos, hablan de la oración por los difuntos como de una práctica antigua en la Iglesia. Tertuliano (160-222) dice: "Ca– da día hacemos oblaciones por los difuntos" (De corona militis,. c. 4) y cuenta esta práctica piadosa entre las tradiciones apostólicas. San Cipriano, Obispo de Cartago (200-258) se expresa muy claramen– te en favor ele los sufragios de los difuntos y declara "que en esto no hace sino seguir la tradición ele sus predecesores" (Epistolariuni, Lib. I; Epist. 9). San Jwan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla (344-407) dice: "No en vano los Apóstoles introdujeron la conmemo– ración ele los difuntos en la celebración de los sagrados misterios. Sabían ellos que esas almas sacan de ella gran provecho y utilidad" (Homilía III in Philip, n. 4). He ahí ahora el testimonio ele San Agustín, Obispo de Hipon:1 (354-430): "Opongan los herejes. lo que quieran: es un uso antiguo ele la Iglesia orar y ofrecer sacrificios por los difuntos" (Libr. Hae– res. c. 53). "Hemos recibido ele nuestros padres la costumbre que hoy generalmente observa la Iglesia de hacer memoria en .el santo sacrificio de todos los que mueren en comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo y orar por ellos y ofrecer en sufragio suyo este mismo sacrificio" (Sermo 37, De Verbís Apóstol). Es muy edificante lo que el Santo Doctor escribe recordando la muerte de su maelre Santa Mónica: "Aunque mi madre vivía de tal manera que tu nombre, Señor, era glorificado en su fe y en sus costumbres, sin embargo, no me atrevo a decir que, desde el tiempo en que la renovaste por el bautismo, no saliese palabra alguna de su boca contra tu mandamiento... Por esto, te ruego, Señor, por- los pecados ele mi maure. Perdónala, Señor, perdónala; te suplico que no entres en juicio con ella... Cuando se acercaba el día de ser: des– atada de su cuerpo, me recomendó solamente una cosa, y fué que me acordara siempre de ella en tus altares" ( Confesiones, Lib. IX, cap. 13). !,-Véanse fragmentos de todas esas liturgias en la obra de Garriguet. Et Pur– gatorio, págs. 147-150 (Bloud y Gay, Barcelona, 1918) ,-Véase también la antiquí– sima obre, titulada "Didascalia Apostolorum, VI, 22, (Edición de Lipsía, 1854) per– teneciente al siglo III, refundición de otra obra del siglo I, o doctrina d'e los Após– toles (Edición citada). 2.-Garriguec, cbra citada, págs. 151-3 .-Northcote, The Roman Cata:,ombs, cap. 111.

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