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104 EL FROTESTAN'.I'ISMO ANTE LA BIBLIA ño ocasionado, perdonar las ofensas, restituir lo mal adquirido (1)~ Y como si esto fuera poco, la confesión previene el mal: el peni– tente, dirigido por su confesor, adopta los medios más adecuados -para evitar la reincidencia, para impedir que retoñe el vicio. II.-El protestantismo se muestra muy injusto en sus violentos ataques a la confesión. Sin embargo, no todos los protestantes están tan cegados por el odio a la confesión hasta no ver en ella más que una tiranía de las conciencias, y un foco de inmoralidad. Leibnitz (1646-1716), el teólogo de mayor autoridad que ha pro· ducido el protestantismo, reconoció la eficacia moralizadora de la confesión en los siguientes expresivos términos: "Dios hizo u11 gran beneficio a su Iglesia cuando le dió el poder de perdonar y retener los pecados, poder que la Iglesia ejercita por medio de sus sacerdotes, cuyo ministerio no se puede despreciar sin grave culpa... Habiendo Dios constituído a los sacerdotes como mé• dicos de las al?nas, quiso también que los pecádores manifestasen las enfermedades y achaques de la conciencia... Por cierto que esta ordenanza es digna de la sabiduría de Dios como ninguna otra, y se ha de considerar como una insigne y loable institución del Cristia– nismo, como lo reconocen con admiración los mismos chinos y japo– neses. Porque la necesidad de confesarse aleja a muchos del pecado, ,especialmente cuando no están aún del todo endurecidos, y ayuda grandemente después de una caída. De manera, que yo pienso que un sacerdote instruído, piadoso y prudente, es un grande instru– mento de Dios para la salvación de las almas. Con SJ.l consejo regu– lamos nuestras inclinaciones, enmendamos nuestras faltas, huimos de las ocasiones de pecar, devol'vemos lo ajeno, resarcimos el daño que hemos hecho, pagamos nuestras deudas, templamos nuestro espíritu decaído, y extirpamos y suavizamos los males que nos vienen del pecado. Y si no hay nada mejor que un fiel amigo, en el confesor te– nemos uno que se obliga a ayudarnos bajo el inviolable siglo del sa– cramento. Aunque en los tiempos primitivos, cuando el celo y la piedad eran más vivos, estaban en uso la confesión y la penitencia públicas, sin embargo, teniendo Dios en consideración nuestra fla– queza, se dignó manifestar a los fieles por medio de la Iglesia, que bastaba la confesión secreta hecha al sacerdote bajo el sigilo sacra- 1 .-Ha.e.e algunos años recibimos en confesión ochocientos pesos para ser entrega.. dos al Director de Correos de la ciudad donde residíamos y de cuya oficina habían sido sustraídos. "En Laarbrücken (Rhein) desapareció de la caja del Banco "Rochling" la suma de ciento cuarenta mil marcos, que han sido devueltos por medio de un confesor bajo se,, crero confesional" (Sonntagoblatt, Stuttgart 27 de octubre de 1911). La Lectura Dominical, de Madrid (3 de Junio de 1917) publicaba la siguiente noticia: "Ha sido devuelta por mediación del P. Buenaventura de Ciudad- Rodrigo (re– ligioso capuchino) la cantidad de cuatw mil quinientas cincuenta pesetas que, con el fin de que la restituyera, recibió bajo secr,,to de confesión". "En secreto de confesión una importante entidad de Barcelona ha recibido esta semana ciccienta mil pesetas de un sacerdote vicense" (La Vea de Catalunya, Barcelona~ 17 de Junio de 1925). Decía Jesús: "Un árbol malo no puede producir buenos frutos" (San Mateo, VIL. 18).

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