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66 I LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASIS aunque ellos sean pecadores, nadie los debe juzgar, pues solamente el Señor se reserva el juzgarlos por sí mismo. Y porque el poder que tienen sobre el santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesu– cristo es el poder más grande y sublime, por eso es un pecado mayor ofender a los sacerdotes, que ofender a todos los demás hombres" ( 24 ). Estando en el lecho de muerte mostró todavía el Santo de una manera conmovedora su respeto hacia el Santísimo Sacramento del Altar y hacia los sacerdotes, que administran ese misterio. En aquel momento solemnísimo, en que tenía sumo empeño por inculcar una vez más a los suyos lo que más amaba y lo que hay de más sublime sobre la tierra, hizo que Fray León escribiera estas palabras: "Dios nuestro Señor quiso dar su gracia mí Fray Francisco para que así empezase a hacer penitencia, porque como yo fuese entonces envuelto en pecados érame muy amargo ver los leprosos; pero el Señor me llevó entre ellos y usé de misericordia con ellos. Y apartándome de ellos, aquello que antes me parecía amargo, me fué convertido en dulcedumbre del ánima y del cuerpo; y después poco tiempo estuve y salí del siglo. Y el Señor me dió tal fe en sus iglesias, que así simplemente adorase y dijese: Adorámoste, santísimo Señor Jesucris– to, aquí y en todas tus iglesias que están en todo el mundo, y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo. Y después me dió el Señor y da tanta fe en los sacerdotes que viven según la forma de la Santa Romana Iglesia, por causa de sus órdenes, que si me persiguieren quiero recurrir a ellos. Y si yo tuviese tanta sabiduría, cuanta tuvo el sapientísimo Salo– món y hallase a los sacerdotes pobrecillos de este mundo en las igle– sias en que moran, no quiero predicar contra su voluntad. Y a éstos y a todos los demás quiero temer y amar y honrar como a mis seño– res. Y no quiero en ellos considerar pecado, porque yo veo en ellos al Hijo de Dios y son mis señores. Y por esto lo hago, porque nin– guna cosa veo corporalmente en este mundo de este altísimo Hijo de Dios, sino su santísimo Cuerpo y preciosa Sangre, que ellos consa– gran y reciben y sólo ellos administran a los otros. Y estos santísimos misterios sobre todas las cosas quiero honrar y reverenciar y en luga– res preciosos colocar. Y los santísimos nombres del Señor y sus pala– bras escritas en cualquier lugar no decente (!Ue las hallare, las quiero recoger y ruego sean recogidas y en lugar honesto sean colocadas. Y a todos los teólogos y a los que nos administran las santísimas pala– bras divinas debemos honrar y reverenciar puesto que ellos nos admi– nistran espíritu y vida" ( 25 ). (24) Verba admonitionis, c. 26; Opuse., ed. BoEHMER, 48 sq.; LEMMENS, 18. (25) Testam.; Opuse., ed. BoEHMER, 36 s.; LEMMENs, 78 s.
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